G. K. Chesterton
A propósito del artículo “Si el Papa fuera como Obama”, publicado el domingo 15 de Febrero en La Nación, dos Polos (el Norte y el Sur) son comparados por Hans Kung. Este teólogo y sacerdote católico de origen suizo plantea una suposición más que interesante, cualquiera sea la ideología del lector.
En primer término, el Papa no podría ser como Obama porque el presidente de los Estados Unidos es un hombre que llegó al poder por medio del voto de los estadounidenses, y él fue elegido por los cardenales que participaron del cónclave en 2005. Al ser diferentes las selecciones y la procedencia de sus poderes (político y divino), las funciones, claro está, son dispares.
En segunda instancia, si el religioso se inspirara en el político, la credibilidad y el apoyo a su persona aumentaría, como sucede con Barak. El efecto contrario es producto de actitudes y posturas añejas o ilógicas frente a temas clave en la vida del Siglo XXI. Si tomamos como ejemplo el aborto, Benedicto XVI se manifiesta en contra, al tiempo que el presidente del Imperio cree que se trata de un tema a decidir en la privacidad de cada familia. Resulta imprescindible que se atienda a la forma más que al dictamen, porque allí radica otro de los contratiempos de quienes viven bajo el arte de Miguel Ángel: ignorar que las sociedades mutan permanentemente.
Por otra parte, el hombre del Vaticano no podría ser como el de la Casa Blanca por el espíritu de cada uno: el primero retoma la misa en latín y se distancia de aquellos que no comulgan y el segundo –en su discurso inaugural- se expresa a favor de la convivencia pacífica con otras religiones.
Como bien señala Kung en la nota, muchos católicos no esperan nada del Sumo Pontífice. Los últimos tiempos han traído consigo el alejamiento de muchos fieles de la Iglesia más poderosa del planeta, a lo que ahora se le suma un Obispo negando el Holocausto. Semejante hecho nos plantea interrogantes: ¿qué tipo de sujetos ocupan grandes sillones en la institución que lidera Joseph Ratzinger? ¿Quién habrá aceptado a algo semejante como Obispo? ¿Y por qué?
Otro dato para señalar con el ceño fruncido es la curiosa relación del Papa con uno de los personajes más siniestros de nuestros tiempos: George Walter Bush. Con el ex líder estadounidense se reunió el “papa ecológico” el mismo día de su cumpleaños sin exigirle con firmeza un cambio de sus políticas exteriores. En otras oportunidades, los dos poderosos hombres pasearon por los jardines vaticanos y charlaron cordialmente: así establecieron una relación amistosa. ¿Quién diría que un enviado de Dios sería compinche del propio Diablo?
Definitivamente, el Papa no podría ser como Obama porque ello requeriría de un comportamiento a la altura de Juan Pablo II en sus declaraciones contra la Guerra de Irak, por caso. Una conducta equivalente parece diametralmente opuesta a la de Ratzinger.
Siguiendo el ejemplo de Karol Wojtyla, su sucesor podría llegar a equilibrar su obra con avances, después de tantos retrocesos que efectuó. Tal vez el tiempo perdido pueda ser recuperado con un replanteo de las herramientas a la hora de abrigar a aquellos que necesitan la religión católica. El camino para lograrlo es, ciertamente, otro.
En la búsqueda de ese camino, el de la paz y unión que añoramos, la Iglesia Católica debería revisar sus entrañas, evocar el pasado. Quizá la solución a su desprestigio en el mundo se corresponda al olvido de una frase: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Pareciere que pocos se guían alumbrados por la palabra de Jesucristo.