sábado, 3 de octubre de 2009

Textual

"Y entonces me pregunto en qué clase de sociedad vivimos, qué democracia tenemos donde los corruptos viven en la impunidad, y al hambre de los pueblos se la considera subversiva".
Ernesto Sabato

domingo, 27 de septiembre de 2009

Cita

"El conjunto de discursos sociales sobre la realidad conduce a la constatación de que hay tantas realidades como discursos y los medios informativos constituirían entonces medios de producción de lo real social. El carácter de acontecimiento lo construye el medio a través de la noticia".
Eliseo Verón/Mariel Ortolano

miércoles, 23 de septiembre de 2009

¡Cartero!

Tengo la dicha de haber vencido al tiempo. En la era de la tecnología, de la que no reniego de ser hijo, añoro ciertas costumbres de las viejas épocas. La velocidad y el acceso a Internet, entre otras cosas, ocupan el lugar de otros métodos de comunicación, tan mágicos como el mar. Se ha perdido la poética, el misterio del tiempo y las distancias, que la red de redes modificó en el mundo de los aceleradores.

Quizá por eso, por la curiosidad de explorar los callejones en los que pocos reparan, empecé a fantasear hace meses con poder, en algún momento, escribir cartas. Como homenaje a esos hombres y mujeres que se desnudaron ante la pluma y el papel, que dejaban sus almas en la tinta para intentar comprender y experimentar las expectativas ante un envío, los temores de fallar en el intento, o las esperanzas de encontrar una respuesta.

Desconozco, y persistiré en ello, de qué manera llegarán las cartas a Inglaterra, donde la aventura epistolar comenzará, entre Durham y Buenos Aires. Imagino que viajará en carretas y en barcos, que algún emisario correrá para entregarla a tiempo. El paisaje, el clima, la arquitectura, las vestimentas, los gestos, las expresiones: decenas de detalles que hacen saltar ideas, que se conjugan y se eliminan mutuamente.

Un señor muy sensato podría preguntarse, con refinada ironía, para qué enviar cartas a distancia, gastar dinero, esperar un mes para saber algo del otro, con las ventajas de la web. Tal vez se trate de una pequeña rebeldía ante la sistematización, ante la deshumanización que implica teclear en una computadora, que no expresa nuestros sentimientos y pensamientos. Enviar correos electrónicos o comunicarse vía chat es una de las actividades más frías y distantes que uno puede realizar; lo considero un argumento válido para buscar lo opuesto.

Y por obra del destino (o como usted prefiera llamarlo) he conseguido mi propósito: dejaré la racionalidad del mundo irracional de lado, para retroceder a aquellos años en que los viajes epistolares determinaban vidas y mantenían en vilo a seres humanos, sin importar el idioma en el que se expresaran. La extravagancia en la que me sumerjo tiene una recompensa espiritual inmensa: son los fantasmas, el encanto y el libre desplazamiento de la imaginación por donde se le ocurra. Las puertas de un paraíso se abren ante un extraño. El mundo de los sobres, las palabras y la Humanidad se revela en una danza soñadora. Ya me parece oír el grito del cartero en la calle.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Cristina

Es verdaderamente insoportable oír la permanente referencia hacia la Presidente por su primer nombre. Desde los opositores hasta los oficialistas, necios todos, nadie repara en el respeto que se merece la máxima figura política del país. Para evitar pensamientos sobre la posición que se tiene al respecto, aclaro que mi objetivo es ser crítico con el Ejecutivo desde mis pensamientos; y suelo disentir frecuentemente con las formas de accionar de Cristina Fernández.

De cualquier manera, nadie tiene el derecho de referirse a ella como si fuera una tía o una amiga. Y es cierto que, aunque parezca una exigencia insignificante, el primer paso para reconstruir un país es recuperar el respeto. Se debe comenzar por quienes menos nos simpatizan, por aquellos que nos generan rabia o rechazo. Y seguramente este detalle es un punto a considerar.

Llamar a la Presidente por su nombre y apellido, discutir lo que no compartamos con ella o con quien obtenga el poder es un derecho a aprovechar. Aunque sepamos que el progreso no existe en la Nación, en las provincias o en las ciudades, debemos ubicarnos. La arrogancia no conduce a nada: a quien le quepa el sombrero que se lo ponga.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Bach

Cuando, no hace mucho, descubrí la música de Bach, sentí una revelación divina. La música no provenía del reproductor: el techo se había abierto, estaba ahora a la intemperie, y las notas llegaban, visibles y doradas, colándose entre nubes blancas. No venían de la mano, ni siguiendo una línea recta, sino que danzaban con alegría.

La música me sugirió cortes inmensas y riquísimas, calles embarradas con carruajes y transeúntes que las miraban asombrados, élites en salones para escuchar el clavecín entre vestidos y jerarquías.

La alegría llenó mi alma, sentí cómo mis poros se abrían, cómo al respirar el aire se transformaba en esas notas musicales que llenaban el espacio. La belleza me embriagaba, me lanzaba fuera de la monotonía y el aburrimiento de lo cotidiano.

Con el espíritu sonriente, miré hacia arriba: en aquel cielo celeste e inabarcable, entre otros blancos que veíamos, se escondería seguramente un hombrecito que a tantos de nosotros nos permitió creer en el Paraíso, cuando la Humanidad parece más cercana a lo opuesto. Bach nos abrió las puertas de lo celestial, nos permitió mirar a los ángeles, acercarnos al Sol sin enceguecernos, mirar lo maravilloso del mundo en contraste con lo que nos cuentan. Sentir, en fin, que el arte (en sentido amplio) es el gran refugio de los hombres.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Antes que nada

Hace alrededor de un año, escuché la frase “antes que nada” en una película. Probablemente no lo experimentaba por primera vez, pero reparé en la expresión con un detenimiento inédito. La colocación le permitía al personaje (traducido a nuestro idioma) señalar algunas cuestiones para luego dar comienzo a una ceremonia.

Fue entonces cuando el oído chilló: algo sonaba mal. Pocos segundos transcurrieron hasta que comprendí que jamás puede ser correcto decir: “antes que nada, quisiera señalarle algunas cosas”. Esa construcción sería propia de otro tipo de mensaje: “como no pude cenar, compre un sándwich; antes que nada…”. Sería como la opción B, la alternativa, el descarte al votar. Pero nunca el pie para retener a la audiencia unos instantes más antes de lo que ésta espera, por caso.

Solemos decir “antes que nada”, aunque deberíamos utilizar el antónimo de la palabra final: “antes que todo”. O “antes de celebrar la Navidad, quiero que sepan que no hemos comprado turrón por nuestra salud dental”.

Decir “antes que nada, me gustaría decir algunas palabras” suena a compromiso, a obligación con la que se cumple con pesadumbre y a regañadientes. Como si detrás del vociferador hubiera alguien escondido tomándolo por el cuello. Por ello, sería conveniente que dejemos la nada por el todo. Será entonces cuando nuestro lenguaje sea empleado con la riqueza que posee, con su significado correspondiente, los films corrijan a sus traductores, y nuestros oídos no vengan con exigencias impertinentes.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Otra cita

"Hoy, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación".
Umberto Eco


Cita

"El aplauso del pueblo vulgar es generalmente falso y sigue más bien a los hombres vanos que a las personas virtuosas".
F. Bacon