Tiene hombres que no crecen,
tiene amargas experiencias,
tiene voces que enmudecen
a la voz de la conciencia,
tiene guerras abortadas
al primer grito de auxilio,
tiene santos de la espada
que se mueren en exilio,
tiene manos desgarradas
en sus males de raíz.
Mi país,
tiene fuerzas que se ahogan
en sus fuentes de recursos,
tienen bocas que deforman
los consejos y discursos,
tiene al norte, al sur, al este
las provincias soberanas,
y aunque lágrimas nos cueste
unas pierden y otras ganan,
su pobre azul celeste
tantas veces está gris.
Mi país,
tiene el aire por frontera,
por abrigo la ciudad,
y tiene una cordillera
para no caerse al mar,
tiene al hombre que lo espera
y lo quiere de verdad,
tiene el bosque centenario
y el ardiente pajonal,
imponentes adversarios
en su lucha vegetal,
tiene cerros solitarios
que parecen respirar.
Y si alguna vez pudiera
volver a empezar de nuevo,
que sea en esta misma tierra
y sobre este mismo cielo,
con su afán, su desconsuelo,
y su abierta cicatriz,
mi país,
mi país.
Escuchar Aunque lágrimas nos cueste en versión de Marikena Monti
Letra de Elena Mygnaqui
jueves, 28 de mayo de 2009
Para la Libertad
Hace pocos días, se estrenó un documental llamado “Los 100 días que no conmovieron al mundo”, de Vanessa Ragone, con el trabajo de la periodista Susana Reinoso.
Esta cinta refleja el genocidio que se registró en Ruanda, África, en el año 1994. A partir de la violencia en aumento y de enfrentamientos entre grupos del pueblo, el por entonces presidente fue asesinado y se instauró una dictadura. Los responsables, según sugiere el relato, fueron miembros del gobierno que no podían permitir la latente apertura al multipartidismo. Como otros Estados recuerdan, el golpe fue inducido por las fuerzas colonizadoras de la región: Francia e Italia.
En ese marco político, entre 800.000 y un millón de personas (es decir el 10% de la población nacional) fueron exterminados por sus compatriotas. Éstos utilizaron machetes y garrotes para eliminar a los otros, influenciados por políticos y artistas musicales.
En 2003, la ONU conformó un Tribunal Internacional para juzgar a los responsables del terrible hecho. La jueza argentina Inés Weinberg de Roca, quien preside los juicios, es la única sudamericana que forma parte del grupo encargado de hacer justicia. Señala que su vida cambió al estar en contacto con los testimonios, que no lo ve como magistrado, sino como parte de ella misma.
El genocidio no fue percibido por los ruandeses como tal, sino como un camino para la supervivencia, ya que la extensión territorial del país es igual a nuestra provincia de Tucumán, pero con un nivel poblacional cinco veces mayor.
La tarea del Tribunal Internacional finalizará en 2010, con la cosecha de veredictos en la lucha contra el genocidio, entendido como un crimen internacional contra el cual es necesario luchar, porque -dolorosamente- puede suceder en cualquier lugar y momento. Ojalá la Humanidad llegue pronto a prescindir de congregaciones que juzguen atrocidades semejantes. Cuando los opresores desaparezcan y los oprimidos tengan derechos, recuperen la dignidad. Cuando se trabaje en conjunto para mejorar sin detenernos. Para ser más humanos. Para reconocernos como un pueblo. Para ser felices. Para la Libertad.
Esta cinta refleja el genocidio que se registró en Ruanda, África, en el año 1994. A partir de la violencia en aumento y de enfrentamientos entre grupos del pueblo, el por entonces presidente fue asesinado y se instauró una dictadura. Los responsables, según sugiere el relato, fueron miembros del gobierno que no podían permitir la latente apertura al multipartidismo. Como otros Estados recuerdan, el golpe fue inducido por las fuerzas colonizadoras de la región: Francia e Italia.
En ese marco político, entre 800.000 y un millón de personas (es decir el 10% de la población nacional) fueron exterminados por sus compatriotas. Éstos utilizaron machetes y garrotes para eliminar a los otros, influenciados por políticos y artistas musicales.
En 2003, la ONU conformó un Tribunal Internacional para juzgar a los responsables del terrible hecho. La jueza argentina Inés Weinberg de Roca, quien preside los juicios, es la única sudamericana que forma parte del grupo encargado de hacer justicia. Señala que su vida cambió al estar en contacto con los testimonios, que no lo ve como magistrado, sino como parte de ella misma.
El genocidio no fue percibido por los ruandeses como tal, sino como un camino para la supervivencia, ya que la extensión territorial del país es igual a nuestra provincia de Tucumán, pero con un nivel poblacional cinco veces mayor.
La tarea del Tribunal Internacional finalizará en 2010, con la cosecha de veredictos en la lucha contra el genocidio, entendido como un crimen internacional contra el cual es necesario luchar, porque -dolorosamente- puede suceder en cualquier lugar y momento. Ojalá la Humanidad llegue pronto a prescindir de congregaciones que juzguen atrocidades semejantes. Cuando los opresores desaparezcan y los oprimidos tengan derechos, recuperen la dignidad. Cuando se trabaje en conjunto para mejorar sin detenernos. Para ser más humanos. Para reconocernos como un pueblo. Para ser felices. Para la Libertad.
El sol naciente
El mes pasado, las salas cinematográficas de la ciudad estrenaron la película “Pa-ra-da”, ópera prima de Marco Pontecorvo. Se trata de un film que refleja la vida de un grupo de chicos que viven en las calles de Bucarest, Rumania. Más precisamente, residen bajo las tierras de la estación de trenes, donde los vagones abandonados.
Al llegar a la ciudad y encontrarse con ello, un muchacho dedicado a las tareas sociales decide colaborar para sacar a los niños de las drogas, el delito y la prostitución. Mediante su profesión de payaso, comienza a acercarse a ellos y logra –tras varios intentos- armar una compañía de circo para revertir semejante escenario.
Milord, tal el nombre del hombre, se enfrenta a todos aquellos que no toleran un progreso humano tan significativo. A pesar del poder que intenta detenerlo, construye un utópico refugio de la miseria y la desigualdad. Vaya este ejemplo para los escépticos de la utopía, porque “Pa-ra-da” es un largometraje basado en una historia real. Una historia que se sigue construyendo gracias a humanos heroicos que ayudan a que el sol pueda elevarse y ponerle fin a la noche.
Al llegar a la ciudad y encontrarse con ello, un muchacho dedicado a las tareas sociales decide colaborar para sacar a los niños de las drogas, el delito y la prostitución. Mediante su profesión de payaso, comienza a acercarse a ellos y logra –tras varios intentos- armar una compañía de circo para revertir semejante escenario.
Milord, tal el nombre del hombre, se enfrenta a todos aquellos que no toleran un progreso humano tan significativo. A pesar del poder que intenta detenerlo, construye un utópico refugio de la miseria y la desigualdad. Vaya este ejemplo para los escépticos de la utopía, porque “Pa-ra-da” es un largometraje basado en una historia real. Una historia que se sigue construyendo gracias a humanos heroicos que ayudan a que el sol pueda elevarse y ponerle fin a la noche.
La crisis
Permanentemente, los diálogos que se escuchan mencionan a “la crisis económica mundial”. En transportes públicos, cafés y restaurantes, los argentinos consideran gran cantidad de sus problemas como consecuencias de la peste monetaria que afecta a todos los países.
Lo cierto es que el desastre parte de la crisis de los mercados del llamado (subráyese llamado) primer mundo. Especialmente de los Estados Unidos, país que tanto colaboró para nuestro bienestar a lo largo de los años.
El punto es que la crisis antecede al desequilibrio imperialista, ¿o nos van a hacer creer que Sudamérica o África tenían estabilidad hasta hace un tiempo?
De cualquier manera, uno se atreve a creer que convivimos con la crisis desde hace tiempo porque ésta no es de carácter económico sino cultural. El problema es aquí (y allí) producto de que un Roca o un Franklin importan más que cualquier otra cosa. La cultura, la educación, el pensamiento y la humanidad están sometidos al billete. Los ejemplos abundan y duelen. Duelen por la calle con harapos, con desinterés por lo que nutre el cerebro y el espíritu, por el respeto perdido, por la incertidumbre de no saber para dónde correr.
Lo cierto es que el desastre parte de la crisis de los mercados del llamado (subráyese llamado) primer mundo. Especialmente de los Estados Unidos, país que tanto colaboró para nuestro bienestar a lo largo de los años.
El punto es que la crisis antecede al desequilibrio imperialista, ¿o nos van a hacer creer que Sudamérica o África tenían estabilidad hasta hace un tiempo?
De cualquier manera, uno se atreve a creer que convivimos con la crisis desde hace tiempo porque ésta no es de carácter económico sino cultural. El problema es aquí (y allí) producto de que un Roca o un Franklin importan más que cualquier otra cosa. La cultura, la educación, el pensamiento y la humanidad están sometidos al billete. Los ejemplos abundan y duelen. Duelen por la calle con harapos, con desinterés por lo que nutre el cerebro y el espíritu, por el respeto perdido, por la incertidumbre de no saber para dónde correr.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Era estupendo destripar
A principios de este mes, el historiador inglés Andrew Cook publicó un pretencioso libro que descarta el misterio de Jack, el Destripador. Jack, the Ripper; Case Closed[1], señala que no existió tal asesino. Acusa, en cambio, al periódico The Star[2] de inventarlo todo para vender más ejemplares.
El señor Cook será un respetable historiador, pero su rigurosidad histórica parece ciega, incompatible con la fantasía y el misterio. Publicar una investigación y desvanecer abruptamente una leyenda semejante es cosa seria.
No soy londinense, pero mi indignación es la de alguien que no concibe la vida sin historias como la de Jack. Alguien que, a pesar de que sueñe lejos de la capital inglesa, precisa las historias tenebrosas y amorosas, de asesinos y románticos, de reyes y reinas.
Cook es también un criminal, tan criminal como Jack, el destripador. O más. Porque el hombre de la oscuridad mataba directamente a las prostitutas, no les quitaba sus sueños. Y Cook, cuya teoría uno se esfuerza por descartar, sí lo hace. Nos ha dejado la vida, pero fundió a negro nuestra imagen de Jack.
Uno se pregunta qué pensará Boris Johnson[3] ante esta pérdida. Cómo habrá repercutido en el turismo que llega a las orillas del Támesis, en las masas que se internan en las callejuelas de la ciudad para develar el enigma.
Desde hace algunos días, Whitechapel ha dejado de ser desértica por las noches. Sus vecinos y turistas la recorren sin temor, sin paralizarse al ver a un hombre vestido de negro en la oscuridad. Nadie puede contarlo, pero así era antes de 1888, el año oscuro en que la sangre corrió. Las calles menos transitadas e iluminadas eran el escenario preferido del delincuente. Las víctimas aparecían degolladas y destripadas, aunque algún noctámbulo susurró que había visto una estrangulación desde la ventana de su casa. Se investigó a médicos, cirujanos, y carniceros por la extracción de órganos vitales de los cadáveres, pero no se pudo dar con pruebas suficientes para acusar a alguien en particular.
Frederick Abberline, el inspector de Scotland Yard que se encargó del caso desde el primer momento, estaría furioso (si viviera) al enterarse de la publicación de Andrew Cook. Y qué se le podría decir a aquellos que temieron por sus vidas, a las prostitutas que escaparon camufladas, o a los familiares de las víctimas del hombre de capa y sombrero oscuros.
Sobre Jack, el Destripador existen todo tipo de caminos posibles en busca de la verdad. Pero en este caso no se trata de saber qué sucedió en realidad, si fue un diario, varios asesinos, un hombre o un monstruo. En ese grave error cayó Cook al escribir su libro. Jack, el Destripador no es más que una leyenda cubierta de sangre, de oscuridad, de bruma, de muerte, de misterio. Una leyenda maravillosa, aunque para conocerla vayamos por partes.
---------------
[1] Jack, el Destripador; Caso Cerrado.
[2] La estrella.
[3] Alcalde de Londres.
El señor Cook será un respetable historiador, pero su rigurosidad histórica parece ciega, incompatible con la fantasía y el misterio. Publicar una investigación y desvanecer abruptamente una leyenda semejante es cosa seria.
No soy londinense, pero mi indignación es la de alguien que no concibe la vida sin historias como la de Jack. Alguien que, a pesar de que sueñe lejos de la capital inglesa, precisa las historias tenebrosas y amorosas, de asesinos y románticos, de reyes y reinas.
Cook es también un criminal, tan criminal como Jack, el destripador. O más. Porque el hombre de la oscuridad mataba directamente a las prostitutas, no les quitaba sus sueños. Y Cook, cuya teoría uno se esfuerza por descartar, sí lo hace. Nos ha dejado la vida, pero fundió a negro nuestra imagen de Jack.
Uno se pregunta qué pensará Boris Johnson[3] ante esta pérdida. Cómo habrá repercutido en el turismo que llega a las orillas del Támesis, en las masas que se internan en las callejuelas de la ciudad para develar el enigma.
Desde hace algunos días, Whitechapel ha dejado de ser desértica por las noches. Sus vecinos y turistas la recorren sin temor, sin paralizarse al ver a un hombre vestido de negro en la oscuridad. Nadie puede contarlo, pero así era antes de 1888, el año oscuro en que la sangre corrió. Las calles menos transitadas e iluminadas eran el escenario preferido del delincuente. Las víctimas aparecían degolladas y destripadas, aunque algún noctámbulo susurró que había visto una estrangulación desde la ventana de su casa. Se investigó a médicos, cirujanos, y carniceros por la extracción de órganos vitales de los cadáveres, pero no se pudo dar con pruebas suficientes para acusar a alguien en particular.
Frederick Abberline, el inspector de Scotland Yard que se encargó del caso desde el primer momento, estaría furioso (si viviera) al enterarse de la publicación de Andrew Cook. Y qué se le podría decir a aquellos que temieron por sus vidas, a las prostitutas que escaparon camufladas, o a los familiares de las víctimas del hombre de capa y sombrero oscuros.
Sobre Jack, el Destripador existen todo tipo de caminos posibles en busca de la verdad. Pero en este caso no se trata de saber qué sucedió en realidad, si fue un diario, varios asesinos, un hombre o un monstruo. En ese grave error cayó Cook al escribir su libro. Jack, el Destripador no es más que una leyenda cubierta de sangre, de oscuridad, de bruma, de muerte, de misterio. Una leyenda maravillosa, aunque para conocerla vayamos por partes.
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[1] Jack, el Destripador; Caso Cerrado.
[2] La estrella.
[3] Alcalde de Londres.
lunes, 18 de mayo de 2009
Benedetti, un recuerdo
La muerte de Mario Benedetti ha significado una gran pérdida a escala mundial. Se fue un hombre muy singular. Un escritor y poeta notable: con esa descripción de lo cotidiano, de lo que nos identifica con exactitud, y de un vuelo evidente. Y, como si ello no fuera suficiente para recordarlo, un pensador humano. Sucede que uno se encuentra con buenos escritores que arruinan cualquier mérito con sus ideas descorazonadas, pero Benedetti no; al contrario. Con esa humildad y simpleza tan característica de su personalidad, legó una obra intelectual y literaria muy provechosa para el progreso mental y espiritual de sus lectores.
Desde el domingo en que nos enteramos que había pasado a la inmortalidad, momento en el que jóvenes conductores hablaban de La tregua y de la logradísima película de Renán (que, evidentemente, debe suceder a la lectura de esa novela gris, desgarradora, y a la vez sublime), recordamos automáticamente un libro imprescindible para conocer al uruguayo: Perplejidades de fin de siglo. En ese tomo, recopilación de artículos periodísticos y reflexiones varias, Benedetti hace referencia a la paz, al pasado como morada, a las realidades sudamericanas, y a la libertad. Es un compendio escrito desde la inteligencia, el corazón, el dolor y la necesidad vital de reconstruirnos.
Benedetti se expresó poéticamente y lo demostró (¡de qué manera!) en sus Inventarios, posteriormente seleccionados en El amor, las mujeres y la vida, una joya de nuestro tiempo. Viceversa, Rostro de vos, Te quiero o No te salves, son escasos ejemplos de su inspirada creación.
Sus Cuentos completos ofrecen una diversidad de historias apasionantes, que recorren diversos escenarios y sentimientos. Quien camine sus palabras por primera vez se encontrará con un cuentista estupendo.
De chico, sus padres le prohibían leer más de veinte páginas de su libro por noche, porque a Mario le costaba salir de las historias de Verne sin llegar al final. Respetaba la restricción y recorría varias veces las carillas señaladas, hasta que no había más remedio que apagar la luz.
Por sus ideas, Benedetti debió vivir en otros países como Argentina, Perú, Cuba y España. Cuando el desexilio, palabra que concibió para explicar el retorno al hogar, ya significaba un nombre mayor en las letras castellanas.
Ha muerto Mario Benedetti. Que no se diga que falleció, sería insensible, hipócrita; que no se le dé tregua a nadie que caiga en ese error. Ha muerto Mario Benedetti y no podemos escucharlo hablar sobre lo que vaya a sucedernos, pero podremos refugiarnos en su poesía y prosa para enriquecernos, y en sus escritos sociales, para entender al mundo inentendible. Ha muerto Mario Benedetti, se fue Mario Benedetti. Pero no se fue.
Desde el domingo en que nos enteramos que había pasado a la inmortalidad, momento en el que jóvenes conductores hablaban de La tregua y de la logradísima película de Renán (que, evidentemente, debe suceder a la lectura de esa novela gris, desgarradora, y a la vez sublime), recordamos automáticamente un libro imprescindible para conocer al uruguayo: Perplejidades de fin de siglo. En ese tomo, recopilación de artículos periodísticos y reflexiones varias, Benedetti hace referencia a la paz, al pasado como morada, a las realidades sudamericanas, y a la libertad. Es un compendio escrito desde la inteligencia, el corazón, el dolor y la necesidad vital de reconstruirnos.
Benedetti se expresó poéticamente y lo demostró (¡de qué manera!) en sus Inventarios, posteriormente seleccionados en El amor, las mujeres y la vida, una joya de nuestro tiempo. Viceversa, Rostro de vos, Te quiero o No te salves, son escasos ejemplos de su inspirada creación.
Sus Cuentos completos ofrecen una diversidad de historias apasionantes, que recorren diversos escenarios y sentimientos. Quien camine sus palabras por primera vez se encontrará con un cuentista estupendo.
De chico, sus padres le prohibían leer más de veinte páginas de su libro por noche, porque a Mario le costaba salir de las historias de Verne sin llegar al final. Respetaba la restricción y recorría varias veces las carillas señaladas, hasta que no había más remedio que apagar la luz.
Por sus ideas, Benedetti debió vivir en otros países como Argentina, Perú, Cuba y España. Cuando el desexilio, palabra que concibió para explicar el retorno al hogar, ya significaba un nombre mayor en las letras castellanas.
Ha muerto Mario Benedetti. Que no se diga que falleció, sería insensible, hipócrita; que no se le dé tregua a nadie que caiga en ese error. Ha muerto Mario Benedetti y no podemos escucharlo hablar sobre lo que vaya a sucedernos, pero podremos refugiarnos en su poesía y prosa para enriquecernos, y en sus escritos sociales, para entender al mundo inentendible. Ha muerto Mario Benedetti, se fue Mario Benedetti. Pero no se fue.
miércoles, 13 de mayo de 2009
Hacia dónde vamos
¿Hacia dónde vamos los seres humanos?
Hacia dónde vamos, sociedad injusta;
Hacia dónde vamos, niños con hambre;
Hacia dónde vamos, pocos ricos;
Hacia dónde vamos, millones de pobres;
Hacia dónde vamos, educación indigna;
Hacia dónde vamos, cultura decadente;
Hacia dónde vamos, paradigma del capital;
Hacia dónde vamos, lágrimas reprimidas;
Hacia dónde vamos, falsa libertad;
Hacia dónde vamos, mentiras crueles;
Hacia dónde vamos, desempleados e ignorantes;
Hacia dónde vamos, frío mortal;
Hacia dónde vamos, cambalache recargado;
Hacia dónde vamos, carajo, hacia dónde vamos cuando lo que importa es una silicona. Hacia dónde vamos, me pregunto desesperado, con un puñal en el estómago, con una esperanza crepuscular, con la cara sucia y los pies helados.
Hacia dónde vamos, consumismo extremo, derroche de tiempo y guita, ojos que no miran lo que se les cruza.
Hacia dónde vamos, Dios mío, hacia dónde vamos.
Hacia dónde mierda vamos, cuando el otro decepciona. Hacia dónde (¡díganme!) se dirige este barco devenido en balsa. Qué viene ahora, amor individual. Qué viene ahora, discriminación inhumana. Qué viene ahora, mediocridad festejada.
Hacia dónde vamos, si es que vamos. O no vamos porque odiamos, porque matamos, porque somos hielo y esto no late. Hacia dónde vamos, quiero despertar. Hacia dónde vamos, no sé, pero tengo miedo.
Hacia dónde vamos, sociedad injusta;
Hacia dónde vamos, niños con hambre;
Hacia dónde vamos, pocos ricos;
Hacia dónde vamos, millones de pobres;
Hacia dónde vamos, educación indigna;
Hacia dónde vamos, cultura decadente;
Hacia dónde vamos, paradigma del capital;
Hacia dónde vamos, lágrimas reprimidas;
Hacia dónde vamos, falsa libertad;
Hacia dónde vamos, mentiras crueles;
Hacia dónde vamos, desempleados e ignorantes;
Hacia dónde vamos, frío mortal;
Hacia dónde vamos, cambalache recargado;
Hacia dónde vamos, carajo, hacia dónde vamos cuando lo que importa es una silicona. Hacia dónde vamos, me pregunto desesperado, con un puñal en el estómago, con una esperanza crepuscular, con la cara sucia y los pies helados.
Hacia dónde vamos, consumismo extremo, derroche de tiempo y guita, ojos que no miran lo que se les cruza.
Hacia dónde vamos, Dios mío, hacia dónde vamos.
Hacia dónde mierda vamos, cuando el otro decepciona. Hacia dónde (¡díganme!) se dirige este barco devenido en balsa. Qué viene ahora, amor individual. Qué viene ahora, discriminación inhumana. Qué viene ahora, mediocridad festejada.
Hacia dónde vamos, si es que vamos. O no vamos porque odiamos, porque matamos, porque somos hielo y esto no late. Hacia dónde vamos, quiero despertar. Hacia dónde vamos, no sé, pero tengo miedo.
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