miércoles, 20 de mayo de 2009

Era estupendo destripar

A principios de este mes, el historiador inglés Andrew Cook publicó un pretencioso libro que descarta el misterio de Jack, el Destripador. Jack, the Ripper; Case Closed[1], señala que no existió tal asesino. Acusa, en cambio, al periódico The Star[2] de inventarlo todo para vender más ejemplares.

El señor Cook será un respetable historiador, pero su rigurosidad histórica parece ciega, incompatible con la fantasía y el misterio. Publicar una investigación y desvanecer abruptamente una leyenda semejante es cosa seria.

No soy londinense, pero mi indignación es la de alguien que no concibe la vida sin historias como la de Jack. Alguien que, a pesar de que sueñe lejos de la capital inglesa, precisa las historias tenebrosas y amorosas, de asesinos y románticos, de reyes y reinas.

Cook es también un criminal, tan criminal como Jack, el destripador. O más. Porque el hombre de la oscuridad mataba directamente a las prostitutas, no les quitaba sus sueños. Y Cook, cuya teoría uno se esfuerza por descartar, sí lo hace. Nos ha dejado la vida, pero fundió a negro nuestra imagen de Jack.

Uno se pregunta qué pensará Boris Johnson[3] ante esta pérdida. Cómo habrá repercutido en el turismo que llega a las orillas del Támesis, en las masas que se internan en las callejuelas de la ciudad para develar el enigma.

Desde hace algunos días, Whitechapel ha dejado de ser desértica por las noches. Sus vecinos y turistas la recorren sin temor, sin paralizarse al ver a un hombre vestido de negro en la oscuridad. Nadie puede contarlo, pero así era antes de 1888, el año oscuro en que la sangre corrió. Las calles menos transitadas e iluminadas eran el escenario preferido del delincuente. Las víctimas aparecían degolladas y destripadas, aunque algún noctámbulo susurró que había visto una estrangulación desde la ventana de su casa. Se investigó a médicos, cirujanos, y carniceros por la extracción de órganos vitales de los cadáveres, pero no se pudo dar con pruebas suficientes para acusar a alguien en particular.

Frederick Abberline, el inspector de Scotland Yard que se encargó del caso desde el primer momento, estaría furioso (si viviera) al enterarse de la publicación de Andrew Cook. Y qué se le podría decir a aquellos que temieron por sus vidas, a las prostitutas que escaparon camufladas, o a los familiares de las víctimas del hombre de capa y sombrero oscuros.

Sobre Jack, el Destripador existen todo tipo de caminos posibles en busca de la verdad. Pero en este caso no se trata de saber qué sucedió en realidad, si fue un diario, varios asesinos, un hombre o un monstruo. En ese grave error cayó Cook al escribir su libro. Jack, el Destripador no es más que una leyenda cubierta de sangre, de oscuridad, de bruma, de muerte, de misterio. Una leyenda maravillosa, aunque para conocerla vayamos por partes.


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[1] Jack, el Destripador; Caso Cerrado.
[2] La estrella.
[3] Alcalde de Londres.