lunes, 18 de mayo de 2009

Benedetti, un recuerdo

La muerte de Mario Benedetti ha significado una gran pérdida a escala mundial. Se fue un hombre muy singular. Un escritor y poeta notable: con esa descripción de lo cotidiano, de lo que nos identifica con exactitud, y de un vuelo evidente. Y, como si ello no fuera suficiente para recordarlo, un pensador humano. Sucede que uno se encuentra con buenos escritores que arruinan cualquier mérito con sus ideas descorazonadas, pero Benedetti no; al contrario. Con esa humildad y simpleza tan característica de su personalidad, legó una obra intelectual y literaria muy provechosa para el progreso mental y espiritual de sus lectores.

Desde el domingo en que nos enteramos que había pasado a la inmortalidad, momento en el que jóvenes conductores hablaban de La tregua y de la logradísima película de Renán (que, evidentemente, debe suceder a la lectura de esa novela gris, desgarradora, y a la vez sublime), recordamos automáticamente un libro imprescindible para conocer al uruguayo: Perplejidades de fin de siglo. En ese tomo, recopilación de artículos periodísticos y reflexiones varias, Benedetti hace referencia a la paz, al pasado como morada, a las realidades sudamericanas, y a la libertad. Es un compendio escrito desde la inteligencia, el corazón, el dolor y la necesidad vital de reconstruirnos.

Benedetti se expresó poéticamente y lo demostró (¡de qué manera!) en sus Inventarios, posteriormente seleccionados en El amor, las mujeres y la vida, una joya de nuestro tiempo. Viceversa, Rostro de vos, Te quiero o No te salves, son escasos ejemplos de su inspirada creación.

Sus Cuentos completos ofrecen una diversidad de historias apasionantes, que recorren diversos escenarios y sentimientos. Quien camine sus palabras por primera vez se encontrará con un cuentista estupendo.

De chico, sus padres le prohibían leer más de veinte páginas de su libro por noche, porque a Mario le costaba salir de las historias de Verne sin llegar al final. Respetaba la restricción y recorría varias veces las carillas señaladas, hasta que no había más remedio que apagar la luz.

Por sus ideas, Benedetti debió vivir en otros países como Argentina, Perú, Cuba y España. Cuando el desexilio, palabra que concibió para explicar el retorno al hogar, ya significaba un nombre mayor en las letras castellanas.

Ha muerto Mario Benedetti. Que no se diga que falleció, sería insensible, hipócrita; que no se le dé tregua a nadie que caiga en ese error. Ha muerto Mario Benedetti y no podemos escucharlo hablar sobre lo que vaya a sucedernos, pero podremos refugiarnos en su poesía y prosa para enriquecernos, y en sus escritos sociales, para entender al mundo inentendible. Ha muerto Mario Benedetti, se fue Mario Benedetti. Pero no se fue.