martes, 30 de junio de 2009

La Peste

Albert Camus lo anticipó. Tuvo la capacidad de preverlo y de plasmarlo en 255 páginas. Incluso lo logró sesenta y dos años antes. Un visionario de veras.

“La Peste”, novela publicada en 1947, refleja el surgimiento de la epidemia de peste en la ciudad de Orán, con problemas y muertes de por medio. Es entonces cuando el Dr. Rieux y sus colegas intentan prevenir y curar a los ciudadanos argelinos.

Hoy en día, los medios masivos de comunicación están abocados a difundir el temor que existe ante la gripe que nos acecha. Parece incontrolable, como un fantasma que nadie puede cazar, y repercute en la cotidianeidad de quienes vivimos en el territorio de la provincia de Buenos (o no tan buenos) Aires.

La Peste de Viciados Aires repercutió en el vestuario de los más influenciables por el discurso apocalíptico de cierta prensa: incorporaron el barbijo. También andan lavándose compulsivamente las manos, se alejan de los otros pasajeros en el transporte público, y se saludan sin contacto físico.

Quienes desconfiamos crecientemente de la seriedad corporativa, sonreímos pícaramente frente a la pantalla, el parlante o la hoja. Aunque la alarmante situación promete acabar con todo(s).

Si la “realidad” llega a ser una exageración de los informantes, lamentaremos varias muertes. En caso contrario, queridos compatriotas, Camus sería un adelantado, pero nadie podría reconocérselo.

sábado, 27 de junio de 2009

María Elena

El primer contacto con la sala fue auditivo: nos recibió El viejo varieté. En el escenario, levemente iluminado, reposaba una colorida y original escenografía. De este lado, unos pocos espectadores ubicados, veinte minutos antes del comienzo del espectáculo. Las madres, los padres, y los abuelos entretenían a sus hijos con tentadoras golosinas, respuestas a interminables curiosidades, y canturreos sonrientes.

La mayor parte del público llegó sobre la hora. El teatro cobró vida, con ansiedad, aplausos, vocecitas charlatanas y miradas indagadoras. Los ojos húmedos estaban.

Los actores poblaron las tablas en una colorida, ágil, divertida y emocionante puesta en escena. El espíritu de María Elena Walsh, con la inteligencia, sensibilidad, ocurrencia y belleza que recordamos, ensanchó nuestros espíritus.

Los espectadores participaron con sus espontáneos coros y palmadas, gratificados ante una obra infantil inolvidable, tengan cinco o cuarenta años. “La galera encantada”, compañía de Héctor Presa, puede enorgullecerse por su labor, que escala al arte más elevado en su género, sin perder la capacidad de brindarlo con carácter de aventura, que es en fin la vida.

El elenco, encabezado por Lali Lastra, conjuga actuación, canto y baile con efectivos arreglos de Ángel Mahler. Encontrar espectáculos como María Elena es un acto de justicia con la obra de Walsh, y su altísimo nivel lo distingue en una cartelera en la cual los más bajitos se acercan a culturas imperialistas o nacionales, pero con dudoso valor.

Buenos Aires debe festejar y, bajo ninguna excusa, perderse esta propuesta del Teatro San Martín. Es un camino de acercarse a las historias, a las melodías, a la alta poesía popular, a la riqueza de nuestro idioma, y a la imaginación que corre en un inmenso bosque. Es un camino de acercarse a María Elena Walsh, a una de las artistas que acarició nuestros sentimientos y dibujó una floreada sonrisa en nuestros corazones.

jueves, 25 de junio de 2009

Cita

"Lo que está mal en el mundo es que no nos preguntamos qué está bien".

G. K. Chesterton
Lo que está mal en el mundo

miércoles, 24 de junio de 2009

Camino

En medio de la contractura y repetición diaria de los matutinos, encontré en La Nación un reportaje a la antropóloga francesa Michèle Petit, de 63 años. La mujer, que fue galardonada en su tierra como personalidad notable de las artes y las letras en 2000, visito cinco veces la Argentina.

Las declaraciones de Petit señalan que la lectura agudiza su valor en épocas de crisis, porque "nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias".

Indica también que: "en muchos países, gente sin techo, exiliada, emigrante, va a las bibliotecas, no sólo porque hay calefacción, sino porque hay algo que va más allá. Se trata del lugar de los libros, y los libros tienen que ver con el hogar".

El acceso a ellos es posible en bibliotecas del centro y los suburbios, incluso hay librerías que permiten que vayamos a leer lo que queramos, de manera libre. Al encontrarnos con la diversidad, no importa el camino, el orden, la disciplina con que lo hagamos, sino el placer, la satisfacción que las historias y reflexiones nos proporcionen.

Conocer los clásicos, no elogiarlos necesariamente. Es visiblemente superior tener la posibilidad de superar el sí o el no a cada uno. Discutir con ellos, profundizarlos o postergarlos, quererlos o respetarlos, pero visitarlos alguna vez.

El punto central no se encuentra en haberlo leído todo, sino en haberlo disfrutado todo.

A partir del romance con la música verbal, el cerebro se ensancha, se llena de ideas que van y vienen, golpean, intentan salir, se conjugan y contrastan, se afirman y refutan, nos acercan a la llamada perfección. Y el crecimiento mayor se da con el latir del corazón, con el apuro por querer saber cómo sigue y el dolor ante la revelación finita.

La maravilla de las historias nos unen con personajes ficticios, con lugares no siempre reales, con situaciones que frecuentemente identificamos, con lecciones que intentamos aprender. En la medida que los autores se agrupan brazo a brazo en nosotros, hasta aparentemente casi no caber, la utopía no ha sido alcanzada, pero el camino recorrido bendito es.

lunes, 22 de junio de 2009

Canción de Humanidad

Es notable, pero Los Beatles lo dijeron y lo repiten. Con esa simpleza propia del arte, con la felicidad necesaria, con ese imperecedero poder de renovar nuestra energía instantáneamente.

Cualquiera protestaría si le preguntaran qué canción prefiere del grupo. La mayoría de sus temas son extraordinarios en ritmos, armonías musicales, innovaciones y letras. Alguno criticaría su vaga poesía, aunque ello (casi incierto) permitió su llegada a todo el mundo.

Curiosamente, en una canción, que está entre las más celebradas de los cuatro de Liverpool, se termina con una discusión eterna: All you need is love (Todo lo que necesitas es amor): cinco palabras bastaron para abrirnos los ojos. Y resulta indiscutible, porque el amor sana todas las heridas, satisface nuestras necesidades y esperanzas, nos hace vivir con la sonrisa en el alma.

El amor, desde la pareja hasta la amistad, desde el arte hasta la pesca, desde el deporte hasta la familia. Los grandes hombres que lucharon por este mundo lo hicieron desde el amor, en algunos casos sin mencionarlo. Los otros, los que construyeron la crueldad, el dolor, la desigualdad, la injusticia y la monstruosidad que caminan por las calles, lo ignoraron.

En tiempos en que el amor parece ausente, volver a escuchar el legado de los Beatles nos devuelve el latir del corazón, reaviva las llamas de nuestra motivación para ayudarnos los unos a los otros, para mirar hacia los costados y pensar en el otro por un rato. Dejemos de lado la envidia, la soberbia, la brutalidad y la codicia. Permitámonos sentir más y pensar menos. Procuremos un mundo de seres Humanos y no de individuos cuyos mundos terminan en su piel, abrámonos a un futuro donde podamos alcanzar la dignidad y la trascendencia. Podemos hacerlo, juntos.

"El amor es la única manifestación de la divinidad, y es en él, aun traicionado, donde debemos buscar la clave de nuestra existencia". Thornton Wilder.

sábado, 20 de junio de 2009

Ne me quitte pas (Jacques Brel)

Ne me quitte pas.
Il faut oublier
tout peut s'oublier
qui s'enfuit déjà
oublier le temps
des malentendus
et le temps perdu.
A savoir comment
oublier ces heures
qui tuaient parfois
a coups de pourquoi
le cœur du bonheur.

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.

Moi je t'offrirai
des perles de pluie
venues de pays
où il ne pleut pas.

Je creuserai la terre
jusqu'après ma mort
pour couvrir ton corps
d'or et de lumière.

Je ferai un domaine
où l'amour sera roi
où l'amour sera loi
où tu seras reine.

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.

Ne me quitte pas.
Je t'inventerai
des mots insensés
que tu comprendras.
Je te parlerai
de ces amants-là
qui ont vu deux fois
leurs cœurs s'embraser.

Je te raconterai
l'histoire de ce roi
mort de n'avoir pas
pu te rencontrer.

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas

On a vu souvent
rejaillir le feu
de l'ancien volcan
qu'on croyait trop vieux.
Il est paraît-il
des terres brûlées
donnant plus de blé
qu'un meilleur avril.

Et quand vient le soir
pour qu'un ciel flamboie
le rouge et le noir
ne s'épousent-ils pas.

Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.

Ne me quitte pas.
Je n'vais plus pleurer
je n'vais plus parler
je me cacherai là
a te regarder
danser et sourire.
Et à t'écouter
chanter et puis rire
laisse-moi devenir
l'ombre de ton ombre
l'ombre de ta main
l'ombre de ton chien.

Mais.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.



No me abandones
No me abandones
es necesario olvidar
todo lo que se escapa ya
olvidar el teimpo
de los mal entendidos
y el tiempo perdido
preguntándose cómo
olvidar esas horas
que matan a veces
a golpes de por qué,
el corazón lleno de felicidad.
No me abandones

Yo te voy a ofrecer
perlas de lluvias
venidas del país
donde no llueve.
Yo voy a cavar la tierra
hasta después de muerto,
para cubrir tu cuerpo
de oro y de luz.

Y voy a inventar un lugar
donde solamente el amor
va a ser la ley
y el rey,
y vos serás la reina.
No me abandones.

No me abandones.
yo te inventaré
palabras insensatas
que vas a comprender

Yo te voy a hablar
de esos amantes
cuyos corazones
dos veces ardieron.

Yo te voy a contar
l historia de ese rey
que se murió
porque no pudo conocerte
No me abandones

Se ha visto a veces
resurgir el fuego
del antiguo volcán
que parecía muy viejo

él estaba
con la tierra quemada
y de pronto dio trigo,
como en el mejor Abril.

Y cuyando llega la noche,
para que el cielo se ilumine,
el rojo y el negro,
no se separan.
No me abandones.

Yo no voy a llorar más
yo no voy a hablar más
yo me voy a esconder
para poder mirarte
bailar y sonreír.
Y para escucharte
cantar y reír.

Déjame ser
sombra de tu sombra,
sombra de tu mano,
sombra de perro.

Pero.
No me abandones.
No me abandones.
No me abandones.
No me abandones.

jueves, 18 de junio de 2009

Los grandes hombres

Los grandes hombres dicen muchas tonterías
y toman por estúpida a la gente.
La gente los deja hacer y no dice nada,
y mientras tanto pasa el tiempo.

Los grandes hombres beben y festejan
llenándose la panza.
La buena gente esucha sus hazañas
sentada a la mesa de sus casas.

(...)

Los grandes hombres se las dan de sabios
y hablan a gritos como las palomas.
A nuestros grandes hombres hay que honrarlos
pero nunca creerles ni una jota.

Bertold Brecht

sábado, 13 de junio de 2009

Discurso de Doris Lessing

"Érase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía una figura respetada, la persona culta. Él -solía ser él, pero con el tiempo pasó a ser cada vez más ella- recibía una educación que difería poco de un país a otro -me refiero por supuesto a Europa- pero que era muy distinta a lo que conocemos hoy. William Hazlitt, nuestro gran ensayista, fue a una escuela a finales del siglo XVIII cuyo plan de estudios era cuatro veces más completo que el de una escuela equiparable de ahora: una amalgama de los principios básicos de la lengua, el derecho, el arte, la religión y las matemáticas. Se daba por sentado que esta educación, ya de por sí densa y profunda, sólo era una faceta del desarrollo personal, ya que los alumnos tenían la obligación de leer, y así lo hacían.

Este tipo de educación, la educación humanista, está desapareciendo. Cada vez más los gobiernos -entre ellos el británico- animan a los ciudadanos a adquirir conocimientos profesionales, mientras no se considera útil para la sociedad moderna la educación entendida como el desarrollo integral de la persona.

La educación de antaño habría contemplado la literatura e historia griegas y latinas, y la Biblia, como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia, y a los más conocidos escritores de otros países europeos, a Goethe, a Shakespeare, a Cervantes, a los grandes rusos, a Rousseau. Una persona culta de Argentina se reunía con alguien similar de España, uno de San Petersburgo se reunía con su homólogo en Noruega, un viajero de Francia pasaba tiempo con otro de Gran Bretaña y se comprendían, compartían una cultura, podían referirse a los mismos libros, obras de teatro, poemas, cuadros, que formaban un entramado de referencias e informaciones que eran como la historia compartida de lo mejor que la mente humana había pensado, dicho y escrito.

Esto ya no existe.

El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian. A una chica que conozco la llevaron a París para ampliar sus miras -que falta le hacía- y aunque destacaba en sus estudios, confesó que nunca había oído hablar de católicos y protestantes, que no sabía nada de la historia del Cristianismo ni de cualquier otra religión. La llevaron a oír misa a Nôtre Dame, le dijeron que esta ceremonia era desde hacía siglos base de la cultura europea, y que debería por lo menos saber algo de ello, y ella lo presenció todo obedientemente, tal y como presenciaría una ceremonia de té japonesa, y luego preguntó: "¿Entonces, estas personas son una especie de caníbales?". En esto ha quedado lo que parece perdurable.

Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política- pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia, y quizá se le oiga preguntar: "Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento?" o "¿Qué fue la Revolución Francesa?"

Hasta hace cincuenta años a alguien así se le habría considerado un bárbaro. Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible.

Durante siglos se respetaron y se apreciaron la lectura, los libros, la cultura literaria. La lectura era -y sigue siendo en lo que llamamos el Tercer Mundo-, una especie de educación paralela, que todo el mundo poseía o aspiraba a poseer. Les leían a las monjas y monjes en sus conventos y monasterios, a los aristócratas durante la comida, a las mujeres en los telares o mientras hacían costura, y la gente humilde, aunque sólo dispusiera de una Biblia, respetaba a los que leían. En Gran Bretaña, hasta hace poco, los sindicatos y movimientos obreros luchaban por tener bibliotecas, y quizás el mejor ejemplo del omnipresente amor a la lectura es el de los trabajadores de las fábricas de tabaco y cigarros de Cuba, cuyos sindicatos exigían que se leyera a los trabajadores mientras realizaban su labor. Los mismos trabajadores escogían los textos, e incluían la política y la historia, las novelas y la poesía. Uno de sus libros favoritos era El Conde de Montecristo. Un grupo de trabajadores escribió a Dumas pidiendo permiso para emplear el nombre de su héroe en uno de los cigarros.

Tal vez no haga falta insistir en esta idea a ninguno de los aquí presentes, pero sí creo que no hemos comprendido todavía que vivimos en una cultura que rápidamente se está fragmentando. Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizás en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de Ultramar.

Podemos hacernos una idea de la rapidez con la cual las culturas son capaces de cambiar observando cómo cambian los idiomas. El inglés que se habla en los Estados Unidos o en las Antillas no es el inglés de Inglaterra. El español no es el mismo en Argentina o en España. El portugués de Brasil no es el portugués de Portugal. El italiano, el español, el francés surgieron del latín, pero no en miles sino en cientos de años. Hace muy poco tiempo que desapareció el mundo romano, dejando tras de sí el legado de nuestras lenguas.

Representa una pequeña ironía de la situación actual que gran parte de la crítica a la cultura antigua se hiciera en nombre del elitismo; sin embargo, lo que ocurre es que en todas partes existen cotos, pequeños grupos de lectores de antaño, y resulta fácil imaginar a uno de los nuevos bárbaros entrando por casualidad en una biblioteca de las de antes, con toda su riqueza y variedad, y dándose cuenta de pronto de todo lo que se ha perdido, de todo de lo que -él o ella- ha sido privado.

Así pues, ¿qué va a pasar ahora en este mundo de cambios tumultuosos? Creo que todos nos estamos abrochando los cinturones y preparándonos.

Escribí lo que acabo de leer antes de los acontecimientos del 11 de septiembre. Nos espera una guerra, parece ser que una guerra larga, que por su misma naturaleza no puede tener un final fácil. Sin embargo, todos sabemos que los enemigos intercambian algo más que balas e insultos. En España quizás sepan esto mejor que nadie. Cuando me siento pesimista por la situación del mundo, a menudo pienso en aquella época, aquí en España, a principios de la Edad Media, en Córdoba, en Granada, en Toledo, en otras ciudades del sur, donde cristianos, musulmanes y judíos convivían en armonía; poetas, músicos, escritores, sabios, todos juntos, admirándose los unos a los otros, ayudándose mutuamente. Duró tres siglos. Esta maravillosa cultura duró tres siglos. ¿Se ha visto algo parecido en el mundo? Lo que ha sido puede volver a ser.

Creo que la persona culta del futuro tendrá una base mucho más amplia de lo que podemos imaginar ahora".

Doris Lessing
Discurso del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, 2001

Carta de lector

Señor Director:
"He leído algunas cartas que señalan que no somos un país serio. Es posible, y soy respetuoso de la opinión de las personas, pero de lo que sí estoy seguro es de que en nuestro país hay gente (y mucha) con una tremenda seriedad, capacidad y dosis de confiabilidad, credibilidad, reputación, responsabilidad y amor por las cosas. Sería importante no encasillar, rotular, juzgar por lo que dicen, hacen y generan los gobernantes de turno. Quiero seguir pensando en la seriedad de mucha de nuestra gente".

Diario La Nación
Fecha desconocida

viernes, 12 de junio de 2009

sábado, 6 de junio de 2009

Fuga de sol

El poder del sol se debilita. Su brillo nos abandona, su calidez cede. La luz es suave, es una caricia, un adiós.

En el resto de la patria, que es la Patria, es sabido que se debe vivir con la luz de la vida. Cuando ella abandona, las gentes a sus casas, a sus mates, a sus fuegos.

Hasta los animales se movilizan: algunos al establo; otros, juntos, se dan calor mutuamente.

Por entre las ramas de los árboles se cuela el cielo rosa, tantas veces rojizo. Sus hojas, que crujen a nuestro paso, ofrecen esa belleza doble.

Desde donde mira el que mira, el pasto y el cielo (acaso todo lo que se ve) se unen imperceptiblemente en aquel lugar inalcanzable.

Algún cantar de pájaros tardíos interrumpe el silencio, como harían sus sabios compañeros del mundo animal. Infaltables ladridos y relinchos se sospechan, con la inquietante duda acerca de su veracidad.

Parece un telón, celeste e inmenso telón que se pierde en otro, negro y agujereado, por el que se filtran lucecitas. Son brillantes y misteriosas, tienen nombres y hasta insólitos significados. Son miradas con la boca abierta, con la cabeza levantada, con sus propios mitos, con su propia magia. Al contemplarlas no se añora más el sol, su luz y su calor. Curiosamente, parecemos olvidarlas cuando amanece, ávidos ante una nueva revelación.

jueves, 4 de junio de 2009

La cena

La iluminación en el bar es dura. Blanca y dura. Es una esquina; vidriada, claro. Las puertas están sobre la avenida y la calle, respectivamente. Predominan el verde agua (o el petróleo), el ajedrez del suelo y las mesas con sus sillas correspondientes.

Es hora de cenar, aunque tomo café. En diagonal a mí, donde termina el local, hay un televisor prendido. Saludablemente, pasa desapercibido. Más cerca, una escalera -bastante majestuosa en relación a la facha del lugar- que conduce al segundo piso, asignado también a los baños.

Hay dos mozos y otro hombre detrás del mostrador: todos vestidos de negro. La concurrencia ocupa algo así como la mitad del salón; exactamente veintidós personas.

Se escuchan tintineos de platos, conversaciones cruzadas y ruidos que se escapan de la cocina. El acompañamiento: música que uno sospecharía sacaron de alguna película estadounidense, promediando el final, cuando el héroe está por ganar la batalla imposible.

Me pregunto, al levantar la cabeza, si las sillas y las mesas de la vereda no dan el perfil de heladería de barrio. El arbolito, frágil como patriotismo argentino, va cediendo poco a poco ante la ferocidad del viento. Las temperaturas de estos días hacen tiritar, temblar de frío. Por momentos, no parece temperatura de Buenos Aires.

Junto a la ventana, casi contrastando con el paisaje urbano, una pareja. Ella es morocha, tiene una polera abrigada color beige y un abrigo de cuero marrón, que no dan apariencia económica; ella es de tez morena, y no veo el color de sus ojos. Él, a quien tengo de espaldas, es robusto, usa anteojos y viste camisa a cuadros de mangas cortas y un jean común; su camperón negro descansa en el respaldo de su silla. Con una gaseosa light y una copa de vino tinto, esperan la comida. El mozo trae una tentadora panera y algo vistoso para untar. Tiene pinta de paté o similar, pero mi vista no es fuente confiable.

Por la puerta ingresa un nene de siete u ocho años. Lleva rosas; rosas rosas. Se les acerca e intenta venderles una. “Para comprar pan”, susurra. Los comensales se miran; él gira la cabeza y se apoya en la ventana; ella, unta un pan y lo come con los ojos fijos en el pibe. Pasan algunos segundos sin que el nene se mueva del borde de la mesa hasta que el cajero le ordena que se vaya.

Cuando no quedan rastros del mendigo, el hombre y la mujer llaman al mozo, hacen varias consultas y deciden qué cenar en una noche helada como la de hoy.