miércoles, 24 de junio de 2009

Camino

En medio de la contractura y repetición diaria de los matutinos, encontré en La Nación un reportaje a la antropóloga francesa Michèle Petit, de 63 años. La mujer, que fue galardonada en su tierra como personalidad notable de las artes y las letras en 2000, visito cinco veces la Argentina.

Las declaraciones de Petit señalan que la lectura agudiza su valor en épocas de crisis, porque "nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias".

Indica también que: "en muchos países, gente sin techo, exiliada, emigrante, va a las bibliotecas, no sólo porque hay calefacción, sino porque hay algo que va más allá. Se trata del lugar de los libros, y los libros tienen que ver con el hogar".

El acceso a ellos es posible en bibliotecas del centro y los suburbios, incluso hay librerías que permiten que vayamos a leer lo que queramos, de manera libre. Al encontrarnos con la diversidad, no importa el camino, el orden, la disciplina con que lo hagamos, sino el placer, la satisfacción que las historias y reflexiones nos proporcionen.

Conocer los clásicos, no elogiarlos necesariamente. Es visiblemente superior tener la posibilidad de superar el sí o el no a cada uno. Discutir con ellos, profundizarlos o postergarlos, quererlos o respetarlos, pero visitarlos alguna vez.

El punto central no se encuentra en haberlo leído todo, sino en haberlo disfrutado todo.

A partir del romance con la música verbal, el cerebro se ensancha, se llena de ideas que van y vienen, golpean, intentan salir, se conjugan y contrastan, se afirman y refutan, nos acercan a la llamada perfección. Y el crecimiento mayor se da con el latir del corazón, con el apuro por querer saber cómo sigue y el dolor ante la revelación finita.

La maravilla de las historias nos unen con personajes ficticios, con lugares no siempre reales, con situaciones que frecuentemente identificamos, con lecciones que intentamos aprender. En la medida que los autores se agrupan brazo a brazo en nosotros, hasta aparentemente casi no caber, la utopía no ha sido alcanzada, pero el camino recorrido bendito es.