sábado, 3 de octubre de 2009
Textual
domingo, 27 de septiembre de 2009
Cita
miércoles, 23 de septiembre de 2009
¡Cartero!
Tengo la dicha de haber vencido al tiempo. En la era de la tecnología, de la que no reniego de ser hijo, añoro ciertas costumbres de las viejas épocas. La velocidad y el acceso a Internet, entre otras cosas, ocupan el lugar de otros métodos de comunicación, tan mágicos como el mar. Se ha perdido la poética, el misterio del tiempo y las distancias, que la red de redes modificó en el mundo de los aceleradores.
Quizá por eso, por la curiosidad de explorar los callejones en los que pocos reparan, empecé a fantasear hace meses con poder, en algún momento, escribir cartas. Como homenaje a esos hombres y mujeres que se desnudaron ante la pluma y el papel, que dejaban sus almas en la tinta para intentar comprender y experimentar las expectativas ante un envío, los temores de fallar en el intento, o las esperanzas de encontrar una respuesta.
Desconozco, y persistiré en ello, de qué manera llegarán las cartas a Inglaterra, donde la aventura epistolar comenzará, entre Durham y Buenos Aires. Imagino que viajará en carretas y en barcos, que algún emisario correrá para entregarla a tiempo. El paisaje, el clima, la arquitectura, las vestimentas, los gestos, las expresiones: decenas de detalles que hacen saltar ideas, que se conjugan y se eliminan mutuamente.
Un señor muy sensato podría preguntarse, con refinada ironía, para qué enviar cartas a distancia, gastar dinero, esperar un mes para saber algo del otro, con las ventajas de la web. Tal vez se trate de una pequeña rebeldía ante la sistematización, ante la deshumanización que implica teclear en una computadora, que no expresa nuestros sentimientos y pensamientos. Enviar correos electrónicos o comunicarse vía chat es una de las actividades más frías y distantes que uno puede realizar; lo considero un argumento válido para buscar lo opuesto.
Y por obra del destino (o como usted prefiera llamarlo) he conseguido mi propósito: dejaré la racionalidad del mundo irracional de lado, para retroceder a aquellos años en que los viajes epistolares determinaban vidas y mantenían en vilo a seres humanos, sin importar el idioma en el que se expresaran. La extravagancia en la que me sumerjo tiene una recompensa espiritual inmensa: son los fantasmas, el encanto y el libre desplazamiento de la imaginación por donde se le ocurra. Las puertas de un paraíso se abren ante un extraño. El mundo de los sobres, las palabras y la Humanidad se revela en una danza soñadora. Ya me parece oír el grito del cartero en la calle.
domingo, 20 de septiembre de 2009
Cristina
Es verdaderamente insoportable oír la permanente referencia hacia la Presidente por su primer nombre. Desde los opositores hasta los oficialistas, necios todos, nadie repara en el respeto que se merece la máxima figura política del país. Para evitar pensamientos sobre la posición que se tiene al respecto, aclaro que mi objetivo es ser crítico con el Ejecutivo desde mis pensamientos; y suelo disentir frecuentemente con las formas de accionar de Cristina Fernández.
De cualquier manera, nadie tiene el derecho de referirse a ella como si fuera una tía o una amiga. Y es cierto que, aunque parezca una exigencia insignificante, el primer paso para reconstruir un país es recuperar el respeto. Se debe comenzar por quienes menos nos simpatizan, por aquellos que nos generan rabia o rechazo. Y seguramente este detalle es un punto a considerar.
Llamar a la Presidente por su nombre y apellido, discutir lo que no compartamos con ella o con quien obtenga el poder es un derecho a aprovechar. Aunque sepamos que el progreso no existe en la Nación, en las provincias o en las ciudades, debemos ubicarnos. La arrogancia no conduce a nada: a quien le quepa el sombrero que se lo ponga.
sábado, 12 de septiembre de 2009
Bach
Cuando, no hace mucho, descubrí la música de Bach, sentí una revelación divina. La música no provenía del reproductor: el techo se había abierto, estaba ahora a la intemperie, y las notas llegaban, visibles y doradas, colándose entre nubes blancas. No venían de la mano, ni siguiendo una línea recta, sino que danzaban con alegría.
La música me sugirió cortes inmensas y riquísimas, calles embarradas con carruajes y transeúntes que las miraban asombrados, élites en salones para escuchar el clavecín entre vestidos y jerarquías.
La alegría llenó mi alma, sentí cómo mis poros se abrían, cómo al respirar el aire se transformaba en esas notas musicales que llenaban el espacio. La belleza me embriagaba, me lanzaba fuera de la monotonía y el aburrimiento de lo cotidiano.
Con el espíritu sonriente, miré hacia arriba: en aquel cielo celeste e inabarcable, entre otros blancos que veíamos, se escondería seguramente un hombrecito que a tantos de nosotros nos permitió creer en el Paraíso, cuando la Humanidad parece más cercana a lo opuesto. Bach nos abrió las puertas de lo celestial, nos permitió mirar a los ángeles, acercarnos al Sol sin enceguecernos, mirar lo maravilloso del mundo en contraste con lo que nos cuentan. Sentir, en fin, que el arte (en sentido amplio) es el gran refugio de los hombres.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Antes que nada
Hace alrededor de un año, escuché la frase “antes que nada” en una película. Probablemente no lo experimentaba por primera vez, pero reparé en la expresión con un detenimiento inédito. La colocación le permitía al personaje (traducido a nuestro idioma) señalar algunas cuestiones para luego dar comienzo a una ceremonia.
Fue entonces cuando el oído chilló: algo sonaba mal. Pocos segundos transcurrieron hasta que comprendí que jamás puede ser correcto decir: “antes que nada, quisiera señalarle algunas cosas”. Esa construcción sería propia de otro tipo de mensaje: “como no pude cenar, compre un sándwich; antes que nada…”. Sería como la opción B, la alternativa, el descarte al votar. Pero nunca el pie para retener a la audiencia unos instantes más antes de lo que ésta espera, por caso.
Solemos decir “antes que nada”, aunque deberíamos utilizar el antónimo de la palabra final: “antes que todo”. O “antes de celebrar la Navidad, quiero que sepan que no hemos comprado turrón por nuestra salud dental”.
Decir “antes que nada, me gustaría decir algunas palabras” suena a compromiso, a obligación con la que se cumple con pesadumbre y a regañadientes. Como si detrás del vociferador hubiera alguien escondido tomándolo por el cuello. Por ello, sería conveniente que dejemos la nada por el todo. Será entonces cuando nuestro lenguaje sea empleado con la riqueza que posee, con su significado correspondiente, los films corrijan a sus traductores, y nuestros oídos no vengan con exigencias impertinentes.
jueves, 3 de septiembre de 2009
sábado, 8 de agosto de 2009
viernes, 31 de julio de 2009
Otro país
La gente es amable y feliz en San Luis, porque tiene lo necesario para vivir como se merece. Con el wifi, del que su gobernador habló en un programa de radio durante diez minutos, se puede tener el mundo en las manos.
En ese país, no se habla de ciertos problemas: la pobreza, la corrupción, el desempleo y otras miserias no forman parte de los discursos de quienes manejan una provincia provechosa.
Habría que recordarles a las autoridades, de patillas invisibles, que el pueblo necesita algo más que un servicio de Internet. Las prioridades deberían ser la inexistencia de miserias y desigualdades, la justicia y la educación al alcance de cada individuo que viva en San Luis.
De todos modos, el gran logro de Sáa parece ser la instalación de la red de redes sin cable. Su faraónica hazaña, que muestra que lo enorgullece, parece desmoronarse cuando los habitantes de ese “otro país” que gobierna, denuncian que el wifi (entre otras cosas) tampoco les llega. La razón: el intendente responsable no comulga con el Alberto.
jueves, 30 de julio de 2009
La cuna de la desigualdad
La cercana fecha de celebración del Día del Niño no debe desplazar la horrorosa realidad en las que viven millones de seres humanos. Asimismo debemos contemplar los heroicos esfuerzos de quienes enseñan a alumnos cuyos bancos son cajones de frutas, sus asientos la tierra, y su futuro una oscuridad inconcebible.
El trabajo en cuestión fue editado hace algunos años por la UNESCO para concientizar y, de alguna manera, ayudar a revertir este crimen.
“¿Cuántos genios se pierde la Humanidad por falta de educación?”, pregunta Buarque. Y qué cierto es, lamentablemente, que la codicia, el egoísmo y la crueldad de algunos tenga consecuencias tan desgarradoras.
Las impactantes imágenes de Salgado, que componen el fotoperiodismo en una expresión elevadísima, son marcas con las que no se podrá convivir jamás. Las miradas de los niños de rostros sucios y pelos enmarañados nos recuerdan la miseria, creada por nosotros mismos.
El inaceptable mundo que el libro muestra sólo puede ser contrarrestado con el compromiso de actuar al respecto. Porque “la cuna de la desigualdad reside en la desigualdad de la cuna”. Y ninguna excusa puede tolerarse al respecto.
El camino de los hombres
Los pensadores que se manifiestan con frecuencia son escasos. Pocos de ellos conocen la coherencia y la solidaridad. Y muchos menos se comprometen con temas que suceden a miles de kilómetros de su hogar.
Desde Septiembre de 2008, José Saramago comenzó a volcar sus inquietudes en un blog personal. El conjunto de esos textos, que crece todas las semanas, fue publicado por editorial Alfaguara bajo el título El Cuaderno.
Se trata de reflexiones, descubrimientos y recuerdos del Premio Nobel sobre los acontecimientos que el mundo registra. Vale la pena resaltar que el mundo no termina para el portugués en el viejo continente o en el Imperio; el mundo es el mundo.
Saramago acompañó el surgimiento de Barak Obama en los Estados Unidos, las Vaticanadas (que incluyen ¿Perdón para Darwin?), las visitas a Sudamérica, el conflicto en la franja de Gaza, y el Crimen financiero contra la Humanidad.
El ejemplar abriga comentarios sobre otros escritores, interrogantes que nos competen, utopías y las convicciones necesarias para reconstruir el escenario.
Al margen de su labor literaria, José Saramago demuestra que hay sujetos de espíritu digno, lúcido e inquieto ante los pueblos de la tierra. Leer sus pensamientos es una revelación que comprueba el camino a seguir. El camino de la justicia, de la moral y de la honestidad. El camino de los hombres.
jueves, 9 de julio de 2009
Es demasiado fácil
Hace dos años, en la mañana de la radio, el conductor recibió a un conocido en un corte comercial. El visitante le extendió un sobre con un disco de Paul Potts, al cual calificó como “una utopía”. El cantante, cuyo éxito se produjo tras participar en un reality show inglés, difícilmente pueda representar algo semejante. No se trata de que cante mal o no tenga talento: el punto es que los paradigmas principales de esta sociedad no contemplan personas fuera del modelo estético predominante que canten ópera.
Este encuentro, que presencié a un metro de distancia, sugirió una reflexión acerca del uso de palabras que tienen relación con la literatura. Los porteños (ni siquiera podría decir argentinos porque no me consta) suelen hablar de situaciones kafkianas, dantescas o utópicas, aunque un mínimo grupo conoce las obras de Franz, Alighieri o Moro.
Alguien, cuyo crédito debo, dijo que todos elogian a los clásicos pero nadie los lee. Que efectivamente se sumerjan en las aguas de la sabiduría, es una decisión personal; salvo que la independencia del individuo no sea suficiente como para decidirlo por sí mismo. Pero el hecho de utilizar ciertas expresiones en contextos insólitos, revelan el nulo conocimiento de obras y autores. Incluso no faltaría el índice acusador: “y… típico de burgués”, lo que no dista tanto de la realidad. O por lo menos suena más real que el hombre acusado de burgués al hablar por hablar.
Uno, que busca lleno de esperanzas, pretende llegar a cierta noción de los textos de Kafka, Dante o Moro, a fin de entender que si a una cocinera se le quema el pollo por hablar por teléfono, hay carencia kafkiana. O si, por caso, sufrimos un accidente de auto, no sería (en principio) utópico.
Salvo que venga Virgilio y nos guíe hacia una excursión singular, la realidad suele ser menos majestuosa, menos dantesca, si prefiere. Aunque la mayoría de los interlocutores se desvivan por demostrar la sabiduría que cosecharon durante horas de disfrute frente a preciados ejemplares.
“C’est trop facile. De faire semblant”[1].
[1] Es demasiado fácil, aparentar (Brel).
martes, 7 de julio de 2009
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lunes, 6 de julio de 2009
I'm gonna live forever *
La fama es, en este Siglo XXI cambalache digitalizado, la utopía de la mayoría. Hay un imaginario social (en decadente crisis) que considera a las apariciones televisivas el objetivo final de una carrera, sea artística, política o social. Es curioso que casi no se encuentre gente con inquietudes disímiles a ser perseguido por los fotógrafos, tener clubes de fanáticos, participar de concursos cabareteros o conducir programas pasatistas.
Razones como esas (entre decenas) son las que concentran a masas alrededor de móviles de exteriores. Un instante de fama, pero no la frase sino la realidad, buscan mientras saludan a conocidos detrás del periodista, con ideales similares, que relata un asesinato.
Fuera de la gente común, cuya aspiración es de algunos segundos de aparición cajabobesca, las prostitutas, los comediantuchos, los periodistas que hacen show y las conductoras (desde supuestas divas hasta gritonas de madrugada) esperan no poder caminar por la calle y ser invitadas a los Martín Fierro, cumbre de famosos.
La fama es ilusoria, es un error; Borges no se equivoca en absoluto. La fama toma y deja a los individuos sedientos de su eternidad como uno sostiene la sal para darle sabor a un plato. Durante la elevación que experimentan (más o menos corta de acuerdo a cuán salado coma uno) ven la vida color de rosa, y están en el edén, aunque un tropezón cualquiera da en la vida.
* "Viviré para siempre", de la canción de Fama.
martes, 30 de junio de 2009
La Peste
“La Peste”, novela publicada en 1947, refleja el surgimiento de la epidemia de peste en la ciudad de Orán, con problemas y muertes de por medio. Es entonces cuando el Dr. Rieux y sus colegas intentan prevenir y curar a los ciudadanos argelinos.
Hoy en día, los medios masivos de comunicación están abocados a difundir el temor que existe ante la gripe que nos acecha. Parece incontrolable, como un fantasma que nadie puede cazar, y repercute en la cotidianeidad de quienes vivimos en el territorio de la provincia de Buenos (o no tan buenos) Aires.
La Peste de Viciados Aires repercutió en el vestuario de los más influenciables por el discurso apocalíptico de cierta prensa: incorporaron el barbijo. También andan lavándose compulsivamente las manos, se alejan de los otros pasajeros en el transporte público, y se saludan sin contacto físico.
Quienes desconfiamos crecientemente de la seriedad corporativa, sonreímos pícaramente frente a la pantalla, el parlante o la hoja. Aunque la alarmante situación promete acabar con todo(s).
Si la “realidad” llega a ser una exageración de los informantes, lamentaremos varias muertes. En caso contrario, queridos compatriotas, Camus sería un adelantado, pero nadie podría reconocérselo.
sábado, 27 de junio de 2009
María Elena
La mayor parte del público llegó sobre la hora. El teatro cobró vida, con ansiedad, aplausos, vocecitas charlatanas y miradas indagadoras. Los ojos húmedos estaban.
Los actores poblaron las tablas en una colorida, ágil, divertida y emocionante puesta en escena. El espíritu de María Elena Walsh, con la inteligencia, sensibilidad, ocurrencia y belleza que recordamos, ensanchó nuestros espíritus.
Los espectadores participaron con sus espontáneos coros y palmadas, gratificados ante una obra infantil inolvidable, tengan cinco o cuarenta años. “La galera encantada”, compañía de Héctor Presa, puede enorgullecerse por su labor, que escala al arte más elevado en su género, sin perder la capacidad de brindarlo con carácter de aventura, que es en fin la vida.
El elenco, encabezado por Lali Lastra, conjuga actuación, canto y baile con efectivos arreglos de Ángel Mahler. Encontrar espectáculos como María Elena es un acto de justicia con la obra de Walsh, y su altísimo nivel lo distingue en una cartelera en la cual los más bajitos se acercan a culturas imperialistas o nacionales, pero con dudoso valor.
Buenos Aires debe festejar y, bajo ninguna excusa, perderse esta propuesta del Teatro San Martín. Es un camino de acercarse a las historias, a las melodías, a la alta poesía popular, a la riqueza de nuestro idioma, y a la imaginación que corre en un inmenso bosque. Es un camino de acercarse a María Elena Walsh, a una de las artistas que acarició nuestros sentimientos y dibujó una floreada sonrisa en nuestros corazones.
jueves, 25 de junio de 2009
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miércoles, 24 de junio de 2009
Camino
Las declaraciones de Petit señalan que la lectura agudiza su valor en épocas de crisis, porque "nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias".
Indica también que: "en muchos países, gente sin techo, exiliada, emigrante, va a las bibliotecas, no sólo porque hay calefacción, sino porque hay algo que va más allá. Se trata del lugar de los libros, y los libros tienen que ver con el hogar".
El acceso a ellos es posible en bibliotecas del centro y los suburbios, incluso hay librerías que permiten que vayamos a leer lo que queramos, de manera libre. Al encontrarnos con la diversidad, no importa el camino, el orden, la disciplina con que lo hagamos, sino el placer, la satisfacción que las historias y reflexiones nos proporcionen.
Conocer los clásicos, no elogiarlos necesariamente. Es visiblemente superior tener la posibilidad de superar el sí o el no a cada uno. Discutir con ellos, profundizarlos o postergarlos, quererlos o respetarlos, pero visitarlos alguna vez.
El punto central no se encuentra en haberlo leído todo, sino en haberlo disfrutado todo.
A partir del romance con la música verbal, el cerebro se ensancha, se llena de ideas que van y vienen, golpean, intentan salir, se conjugan y contrastan, se afirman y refutan, nos acercan a la llamada perfección. Y el crecimiento mayor se da con el latir del corazón, con el apuro por querer saber cómo sigue y el dolor ante la revelación finita.
La maravilla de las historias nos unen con personajes ficticios, con lugares no siempre reales, con situaciones que frecuentemente identificamos, con lecciones que intentamos aprender. En la medida que los autores se agrupan brazo a brazo en nosotros, hasta aparentemente casi no caber, la utopía no ha sido alcanzada, pero el camino recorrido bendito es.
lunes, 22 de junio de 2009
Canción de Humanidad
Cualquiera protestaría si le preguntaran qué canción prefiere del grupo. La mayoría de sus temas son extraordinarios en ritmos, armonías musicales, innovaciones y letras. Alguno criticaría su vaga poesía, aunque ello (casi incierto) permitió su llegada a todo el mundo.
Curiosamente, en una canción, que está entre las más celebradas de los cuatro de Liverpool, se termina con una discusión eterna: All you need is love (Todo lo que necesitas es amor): cinco palabras bastaron para abrirnos los ojos. Y resulta indiscutible, porque el amor sana todas las heridas, satisface nuestras necesidades y esperanzas, nos hace vivir con la sonrisa en el alma.
El amor, desde la pareja hasta la amistad, desde el arte hasta la pesca, desde el deporte hasta la familia. Los grandes hombres que lucharon por este mundo lo hicieron desde el amor, en algunos casos sin mencionarlo. Los otros, los que construyeron la crueldad, el dolor, la desigualdad, la injusticia y la monstruosidad que caminan por las calles, lo ignoraron.
En tiempos en que el amor parece ausente, volver a escuchar el legado de los Beatles nos devuelve el latir del corazón, reaviva las llamas de nuestra motivación para ayudarnos los unos a los otros, para mirar hacia los costados y pensar en el otro por un rato. Dejemos de lado la envidia, la soberbia, la brutalidad y la codicia. Permitámonos sentir más y pensar menos. Procuremos un mundo de seres Humanos y no de individuos cuyos mundos terminan en su piel, abrámonos a un futuro donde podamos alcanzar la dignidad y la trascendencia. Podemos hacerlo, juntos.
"El amor es la única manifestación de la divinidad, y es en él, aun traicionado, donde debemos buscar la clave de nuestra existencia". Thornton Wilder.
sábado, 20 de junio de 2009
Ne me quitte pas (Jacques Brel)
Il faut oublier
tout peut s'oublier
qui s'enfuit déjà
oublier le temps
des malentendus
et le temps perdu.
A savoir comment
oublier ces heures
qui tuaient parfois
a coups de pourquoi
le cœur du bonheur.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.
Moi je t'offrirai
des perles de pluie
venues de pays
où il ne pleut pas.
Je creuserai la terre
jusqu'après ma mort
pour couvrir ton corps
d'or et de lumière.
Je ferai un domaine
où l'amour sera roi
où l'amour sera loi
où tu seras reine.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.
Ne me quitte pas.
Je t'inventerai
des mots insensés
que tu comprendras.
Je te parlerai
de ces amants-là
qui ont vu deux fois
leurs cœurs s'embraser.
Je te raconterai
l'histoire de ce roi
mort de n'avoir pas
pu te rencontrer.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
On a vu souvent
rejaillir le feu
de l'ancien volcan
qu'on croyait trop vieux.
Il est paraît-il
des terres brûlées
donnant plus de blé
qu'un meilleur avril.
Et quand vient le soir
pour qu'un ciel flamboie
le rouge et le noir
ne s'épousent-ils pas.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.
Ne me quitte pas.
Je n'vais plus pleurer
je n'vais plus parler
je me cacherai là
a te regarder
danser et sourire.
Et à t'écouter
chanter et puis rire
laisse-moi devenir
l'ombre de ton ombre
l'ombre de ta main
l'ombre de ton chien.
Mais.
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas.
No me abandones
No me abandones
es necesario olvidar
todo lo que se escapa ya
olvidar el teimpo
de los mal entendidos
y el tiempo perdido
preguntándose cómo
olvidar esas horas
que matan a veces
a golpes de por qué,
el corazón lleno de felicidad.
No me abandones
Yo te voy a ofrecer
perlas de lluvias
venidas del país
donde no llueve.
Yo voy a cavar la tierra
hasta después de muerto,
para cubrir tu cuerpo
de oro y de luz.
Y voy a inventar un lugar
donde solamente el amor
va a ser la ley
y el rey,
y vos serás la reina.
No me abandones.
No me abandones.
yo te inventaré
palabras insensatas
que vas a comprender
Yo te voy a hablar
de esos amantes
cuyos corazones
dos veces ardieron.
Yo te voy a contar
l historia de ese rey
que se murió
porque no pudo conocerte
No me abandones
Se ha visto a veces
resurgir el fuego
del antiguo volcán
que parecía muy viejo
él estaba
con la tierra quemada
y de pronto dio trigo,
como en el mejor Abril.
Y cuyando llega la noche,
para que el cielo se ilumine,
el rojo y el negro,
no se separan.
No me abandones.
Yo no voy a llorar más
yo no voy a hablar más
yo me voy a esconder
para poder mirarte
bailar y sonreír.
Y para escucharte
cantar y reír.
Déjame ser
sombra de tu sombra,
sombra de tu mano,
sombra de perro.
Pero.
No me abandones.
No me abandones.
No me abandones.
No me abandones.
jueves, 18 de junio de 2009
Los grandes hombres
y toman por estúpida a la gente.
La gente los deja hacer y no dice nada,
y mientras tanto pasa el tiempo.
Los grandes hombres beben y festejan
llenándose la panza.
La buena gente esucha sus hazañas
sentada a la mesa de sus casas.
(...)
Los grandes hombres se las dan de sabios
y hablan a gritos como las palomas.
A nuestros grandes hombres hay que honrarlos
pero nunca creerles ni una jota.
sábado, 13 de junio de 2009
Discurso de Doris Lessing
Este tipo de educación, la educación humanista, está desapareciendo. Cada vez más los gobiernos -entre ellos el británico- animan a los ciudadanos a adquirir conocimientos profesionales, mientras no se considera útil para la sociedad moderna la educación entendida como el desarrollo integral de la persona.
La educación de antaño habría contemplado la literatura e historia griegas y latinas, y la Biblia, como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia, y a los más conocidos escritores de otros países europeos, a Goethe, a Shakespeare, a Cervantes, a los grandes rusos, a Rousseau. Una persona culta de Argentina se reunía con alguien similar de España, uno de San Petersburgo se reunía con su homólogo en Noruega, un viajero de Francia pasaba tiempo con otro de Gran Bretaña y se comprendían, compartían una cultura, podían referirse a los mismos libros, obras de teatro, poemas, cuadros, que formaban un entramado de referencias e informaciones que eran como la historia compartida de lo mejor que la mente humana había pensado, dicho y escrito.
Esto ya no existe.
El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian. A una chica que conozco la llevaron a París para ampliar sus miras -que falta le hacía- y aunque destacaba en sus estudios, confesó que nunca había oído hablar de católicos y protestantes, que no sabía nada de la historia del Cristianismo ni de cualquier otra religión. La llevaron a oír misa a Nôtre Dame, le dijeron que esta ceremonia era desde hacía siglos base de la cultura europea, y que debería por lo menos saber algo de ello, y ella lo presenció todo obedientemente, tal y como presenciaría una ceremonia de té japonesa, y luego preguntó: "¿Entonces, estas personas son una especie de caníbales?". En esto ha quedado lo que parece perdurable.
Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política- pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia, y quizá se le oiga preguntar: "Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento?" o "¿Qué fue la Revolución Francesa?"
Hasta hace cincuenta años a alguien así se le habría considerado un bárbaro. Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible.
Durante siglos se respetaron y se apreciaron la lectura, los libros, la cultura literaria. La lectura era -y sigue siendo en lo que llamamos el Tercer Mundo-, una especie de educación paralela, que todo el mundo poseía o aspiraba a poseer. Les leían a las monjas y monjes en sus conventos y monasterios, a los aristócratas durante la comida, a las mujeres en los telares o mientras hacían costura, y la gente humilde, aunque sólo dispusiera de una Biblia, respetaba a los que leían. En Gran Bretaña, hasta hace poco, los sindicatos y movimientos obreros luchaban por tener bibliotecas, y quizás el mejor ejemplo del omnipresente amor a la lectura es el de los trabajadores de las fábricas de tabaco y cigarros de Cuba, cuyos sindicatos exigían que se leyera a los trabajadores mientras realizaban su labor. Los mismos trabajadores escogían los textos, e incluían la política y la historia, las novelas y la poesía. Uno de sus libros favoritos era El Conde de Montecristo. Un grupo de trabajadores escribió a Dumas pidiendo permiso para emplear el nombre de su héroe en uno de los cigarros.
Tal vez no haga falta insistir en esta idea a ninguno de los aquí presentes, pero sí creo que no hemos comprendido todavía que vivimos en una cultura que rápidamente se está fragmentando. Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizás en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de Ultramar.
Podemos hacernos una idea de la rapidez con la cual las culturas son capaces de cambiar observando cómo cambian los idiomas. El inglés que se habla en los Estados Unidos o en las Antillas no es el inglés de Inglaterra. El español no es el mismo en Argentina o en España. El portugués de Brasil no es el portugués de Portugal. El italiano, el español, el francés surgieron del latín, pero no en miles sino en cientos de años. Hace muy poco tiempo que desapareció el mundo romano, dejando tras de sí el legado de nuestras lenguas.
Representa una pequeña ironía de la situación actual que gran parte de la crítica a la cultura antigua se hiciera en nombre del elitismo; sin embargo, lo que ocurre es que en todas partes existen cotos, pequeños grupos de lectores de antaño, y resulta fácil imaginar a uno de los nuevos bárbaros entrando por casualidad en una biblioteca de las de antes, con toda su riqueza y variedad, y dándose cuenta de pronto de todo lo que se ha perdido, de todo de lo que -él o ella- ha sido privado.
Así pues, ¿qué va a pasar ahora en este mundo de cambios tumultuosos? Creo que todos nos estamos abrochando los cinturones y preparándonos.
Escribí lo que acabo de leer antes de los acontecimientos del 11 de septiembre. Nos espera una guerra, parece ser que una guerra larga, que por su misma naturaleza no puede tener un final fácil. Sin embargo, todos sabemos que los enemigos intercambian algo más que balas e insultos. En España quizás sepan esto mejor que nadie. Cuando me siento pesimista por la situación del mundo, a menudo pienso en aquella época, aquí en España, a principios de la Edad Media, en Córdoba, en Granada, en Toledo, en otras ciudades del sur, donde cristianos, musulmanes y judíos convivían en armonía; poetas, músicos, escritores, sabios, todos juntos, admirándose los unos a los otros, ayudándose mutuamente. Duró tres siglos. Esta maravillosa cultura duró tres siglos. ¿Se ha visto algo parecido en el mundo? Lo que ha sido puede volver a ser.
Creo que la persona culta del futuro tendrá una base mucho más amplia de lo que podemos imaginar ahora".
Carta de lector
"He leído algunas cartas que señalan que no somos un país serio. Es posible, y soy respetuoso de la opinión de las personas, pero de lo que sí estoy seguro es de que en nuestro país hay gente (y mucha) con una tremenda seriedad, capacidad y dosis de confiabilidad, credibilidad, reputación, responsabilidad y amor por las cosas. Sería importante no encasillar, rotular, juzgar por lo que dicen, hacen y generan los gobernantes de turno. Quiero seguir pensando en la seriedad de mucha de nuestra gente".
viernes, 12 de junio de 2009
sábado, 6 de junio de 2009
Fuga de sol
En el resto de la patria, que es la Patria, es sabido que se debe vivir con la luz de la vida. Cuando ella abandona, las gentes a sus casas, a sus mates, a sus fuegos.
Hasta los animales se movilizan: algunos al establo; otros, juntos, se dan calor mutuamente.
Por entre las ramas de los árboles se cuela el cielo rosa, tantas veces rojizo. Sus hojas, que crujen a nuestro paso, ofrecen esa belleza doble.
Desde donde mira el que mira, el pasto y el cielo (acaso todo lo que se ve) se unen imperceptiblemente en aquel lugar inalcanzable.
Algún cantar de pájaros tardíos interrumpe el silencio, como harían sus sabios compañeros del mundo animal. Infaltables ladridos y relinchos se sospechan, con la inquietante duda acerca de su veracidad.
Parece un telón, celeste e inmenso telón que se pierde en otro, negro y agujereado, por el que se filtran lucecitas. Son brillantes y misteriosas, tienen nombres y hasta insólitos significados. Son miradas con la boca abierta, con la cabeza levantada, con sus propios mitos, con su propia magia. Al contemplarlas no se añora más el sol, su luz y su calor. Curiosamente, parecemos olvidarlas cuando amanece, ávidos ante una nueva revelación.
jueves, 4 de junio de 2009
La cena
La iluminación en el bar es dura. Blanca y dura. Es una esquina; vidriada, claro. Las puertas están sobre la avenida y la calle, respectivamente. Predominan el verde agua (o el petróleo), el ajedrez del suelo y las mesas con sus sillas correspondientes.
Es hora de cenar, aunque tomo café. En diagonal a mí, donde termina el local, hay un televisor prendido. Saludablemente, pasa desapercibido. Más cerca, una escalera -bastante majestuosa en relación a la facha del lugar- que conduce al segundo piso, asignado también a los baños.
Hay dos mozos y otro hombre detrás del mostrador: todos vestidos de negro. La concurrencia ocupa algo así como la mitad del salón; exactamente veintidós personas.
Se escuchan tintineos de platos, conversaciones cruzadas y ruidos que se escapan de la cocina. El acompañamiento: música que uno sospecharía sacaron de alguna película estadounidense, promediando el final, cuando el héroe está por ganar la batalla imposible.
Me pregunto, al levantar la cabeza, si las sillas y las mesas de la vereda no dan el perfil de heladería de barrio. El arbolito, frágil como patriotismo argentino, va cediendo poco a poco ante la ferocidad del viento. Las temperaturas de estos días hacen tiritar, temblar de frío. Por momentos, no parece temperatura de Buenos Aires.
Junto a la ventana, casi contrastando con el paisaje urbano, una pareja. Ella es morocha, tiene una polera abrigada color beige y un abrigo de cuero marrón, que no dan apariencia económica; ella es de tez morena, y no veo el color de sus ojos. Él, a quien tengo de espaldas, es robusto, usa anteojos y viste camisa a cuadros de mangas cortas y un jean común; su camperón negro descansa en el respaldo de su silla. Con una gaseosa light y una copa de vino tinto, esperan la comida. El mozo trae una tentadora panera y algo vistoso para untar. Tiene pinta de paté o similar, pero mi vista no es fuente confiable.
Por la puerta ingresa un nene de siete u ocho años. Lleva rosas; rosas rosas. Se les acerca e intenta venderles una. “Para comprar pan”, susurra. Los comensales se miran; él gira la cabeza y se apoya en la ventana; ella, unta un pan y lo come con los ojos fijos en el pibe. Pasan algunos segundos sin que el nene se mueva del borde de la mesa hasta que el cajero le ordena que se vaya.
Cuando no quedan rastros del mendigo, el hombre y la mujer llaman al mozo, hacen varias consultas y deciden qué cenar en una noche helada como la de hoy.
jueves, 28 de mayo de 2009
Aunque lágrimas nos cueste
tiene amargas experiencias,
tiene voces que enmudecen
a la voz de la conciencia,
tiene guerras abortadas
al primer grito de auxilio,
tiene santos de la espada
que se mueren en exilio,
tiene manos desgarradas
en sus males de raíz.
Mi país,
tiene fuerzas que se ahogan
en sus fuentes de recursos,
tienen bocas que deforman
los consejos y discursos,
tiene al norte, al sur, al este
las provincias soberanas,
y aunque lágrimas nos cueste
unas pierden y otras ganan,
su pobre azul celeste
tantas veces está gris.
Mi país,
tiene el aire por frontera,
por abrigo la ciudad,
y tiene una cordillera
para no caerse al mar,
tiene al hombre que lo espera
y lo quiere de verdad,
tiene el bosque centenario
y el ardiente pajonal,
imponentes adversarios
en su lucha vegetal,
tiene cerros solitarios
que parecen respirar.
Y si alguna vez pudiera
volver a empezar de nuevo,
que sea en esta misma tierra
y sobre este mismo cielo,
con su afán, su desconsuelo,
y su abierta cicatriz,
mi país,
mi país.
Escuchar Aunque lágrimas nos cueste en versión de Marikena Monti
Letra de Elena Mygnaqui
Para la Libertad
Esta cinta refleja el genocidio que se registró en Ruanda, África, en el año 1994. A partir de la violencia en aumento y de enfrentamientos entre grupos del pueblo, el por entonces presidente fue asesinado y se instauró una dictadura. Los responsables, según sugiere el relato, fueron miembros del gobierno que no podían permitir la latente apertura al multipartidismo. Como otros Estados recuerdan, el golpe fue inducido por las fuerzas colonizadoras de la región: Francia e Italia.
En ese marco político, entre 800.000 y un millón de personas (es decir el 10% de la población nacional) fueron exterminados por sus compatriotas. Éstos utilizaron machetes y garrotes para eliminar a los otros, influenciados por políticos y artistas musicales.
En 2003, la ONU conformó un Tribunal Internacional para juzgar a los responsables del terrible hecho. La jueza argentina Inés Weinberg de Roca, quien preside los juicios, es la única sudamericana que forma parte del grupo encargado de hacer justicia. Señala que su vida cambió al estar en contacto con los testimonios, que no lo ve como magistrado, sino como parte de ella misma.
El genocidio no fue percibido por los ruandeses como tal, sino como un camino para la supervivencia, ya que la extensión territorial del país es igual a nuestra provincia de Tucumán, pero con un nivel poblacional cinco veces mayor.
La tarea del Tribunal Internacional finalizará en 2010, con la cosecha de veredictos en la lucha contra el genocidio, entendido como un crimen internacional contra el cual es necesario luchar, porque -dolorosamente- puede suceder en cualquier lugar y momento. Ojalá la Humanidad llegue pronto a prescindir de congregaciones que juzguen atrocidades semejantes. Cuando los opresores desaparezcan y los oprimidos tengan derechos, recuperen la dignidad. Cuando se trabaje en conjunto para mejorar sin detenernos. Para ser más humanos. Para reconocernos como un pueblo. Para ser felices. Para la Libertad.
El sol naciente
Al llegar a la ciudad y encontrarse con ello, un muchacho dedicado a las tareas sociales decide colaborar para sacar a los niños de las drogas, el delito y la prostitución. Mediante su profesión de payaso, comienza a acercarse a ellos y logra –tras varios intentos- armar una compañía de circo para revertir semejante escenario.
Milord, tal el nombre del hombre, se enfrenta a todos aquellos que no toleran un progreso humano tan significativo. A pesar del poder que intenta detenerlo, construye un utópico refugio de la miseria y la desigualdad. Vaya este ejemplo para los escépticos de la utopía, porque “Pa-ra-da” es un largometraje basado en una historia real. Una historia que se sigue construyendo gracias a humanos heroicos que ayudan a que el sol pueda elevarse y ponerle fin a la noche.
La crisis
Lo cierto es que el desastre parte de la crisis de los mercados del llamado (subráyese llamado) primer mundo. Especialmente de los Estados Unidos, país que tanto colaboró para nuestro bienestar a lo largo de los años.
El punto es que la crisis antecede al desequilibrio imperialista, ¿o nos van a hacer creer que Sudamérica o África tenían estabilidad hasta hace un tiempo?
De cualquier manera, uno se atreve a creer que convivimos con la crisis desde hace tiempo porque ésta no es de carácter económico sino cultural. El problema es aquí (y allí) producto de que un Roca o un Franklin importan más que cualquier otra cosa. La cultura, la educación, el pensamiento y la humanidad están sometidos al billete. Los ejemplos abundan y duelen. Duelen por la calle con harapos, con desinterés por lo que nutre el cerebro y el espíritu, por el respeto perdido, por la incertidumbre de no saber para dónde correr.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Era estupendo destripar
El señor Cook será un respetable historiador, pero su rigurosidad histórica parece ciega, incompatible con la fantasía y el misterio. Publicar una investigación y desvanecer abruptamente una leyenda semejante es cosa seria.
No soy londinense, pero mi indignación es la de alguien que no concibe la vida sin historias como la de Jack. Alguien que, a pesar de que sueñe lejos de la capital inglesa, precisa las historias tenebrosas y amorosas, de asesinos y románticos, de reyes y reinas.
Cook es también un criminal, tan criminal como Jack, el destripador. O más. Porque el hombre de la oscuridad mataba directamente a las prostitutas, no les quitaba sus sueños. Y Cook, cuya teoría uno se esfuerza por descartar, sí lo hace. Nos ha dejado la vida, pero fundió a negro nuestra imagen de Jack.
Uno se pregunta qué pensará Boris Johnson[3] ante esta pérdida. Cómo habrá repercutido en el turismo que llega a las orillas del Támesis, en las masas que se internan en las callejuelas de la ciudad para develar el enigma.
Desde hace algunos días, Whitechapel ha dejado de ser desértica por las noches. Sus vecinos y turistas la recorren sin temor, sin paralizarse al ver a un hombre vestido de negro en la oscuridad. Nadie puede contarlo, pero así era antes de 1888, el año oscuro en que la sangre corrió. Las calles menos transitadas e iluminadas eran el escenario preferido del delincuente. Las víctimas aparecían degolladas y destripadas, aunque algún noctámbulo susurró que había visto una estrangulación desde la ventana de su casa. Se investigó a médicos, cirujanos, y carniceros por la extracción de órganos vitales de los cadáveres, pero no se pudo dar con pruebas suficientes para acusar a alguien en particular.
Frederick Abberline, el inspector de Scotland Yard que se encargó del caso desde el primer momento, estaría furioso (si viviera) al enterarse de la publicación de Andrew Cook. Y qué se le podría decir a aquellos que temieron por sus vidas, a las prostitutas que escaparon camufladas, o a los familiares de las víctimas del hombre de capa y sombrero oscuros.
Sobre Jack, el Destripador existen todo tipo de caminos posibles en busca de la verdad. Pero en este caso no se trata de saber qué sucedió en realidad, si fue un diario, varios asesinos, un hombre o un monstruo. En ese grave error cayó Cook al escribir su libro. Jack, el Destripador no es más que una leyenda cubierta de sangre, de oscuridad, de bruma, de muerte, de misterio. Una leyenda maravillosa, aunque para conocerla vayamos por partes.
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[1] Jack, el Destripador; Caso Cerrado.
[2] La estrella.
[3] Alcalde de Londres.
lunes, 18 de mayo de 2009
Benedetti, un recuerdo
Desde el domingo en que nos enteramos que había pasado a la inmortalidad, momento en el que jóvenes conductores hablaban de La tregua y de la logradísima película de Renán (que, evidentemente, debe suceder a la lectura de esa novela gris, desgarradora, y a la vez sublime), recordamos automáticamente un libro imprescindible para conocer al uruguayo: Perplejidades de fin de siglo. En ese tomo, recopilación de artículos periodísticos y reflexiones varias, Benedetti hace referencia a la paz, al pasado como morada, a las realidades sudamericanas, y a la libertad. Es un compendio escrito desde la inteligencia, el corazón, el dolor y la necesidad vital de reconstruirnos.
Benedetti se expresó poéticamente y lo demostró (¡de qué manera!) en sus Inventarios, posteriormente seleccionados en El amor, las mujeres y la vida, una joya de nuestro tiempo. Viceversa, Rostro de vos, Te quiero o No te salves, son escasos ejemplos de su inspirada creación.
Sus Cuentos completos ofrecen una diversidad de historias apasionantes, que recorren diversos escenarios y sentimientos. Quien camine sus palabras por primera vez se encontrará con un cuentista estupendo.
De chico, sus padres le prohibían leer más de veinte páginas de su libro por noche, porque a Mario le costaba salir de las historias de Verne sin llegar al final. Respetaba la restricción y recorría varias veces las carillas señaladas, hasta que no había más remedio que apagar la luz.
Por sus ideas, Benedetti debió vivir en otros países como Argentina, Perú, Cuba y España. Cuando el desexilio, palabra que concibió para explicar el retorno al hogar, ya significaba un nombre mayor en las letras castellanas.
Ha muerto Mario Benedetti. Que no se diga que falleció, sería insensible, hipócrita; que no se le dé tregua a nadie que caiga en ese error. Ha muerto Mario Benedetti y no podemos escucharlo hablar sobre lo que vaya a sucedernos, pero podremos refugiarnos en su poesía y prosa para enriquecernos, y en sus escritos sociales, para entender al mundo inentendible. Ha muerto Mario Benedetti, se fue Mario Benedetti. Pero no se fue.
miércoles, 13 de mayo de 2009
Hacia dónde vamos
Hacia dónde vamos, sociedad injusta;
Hacia dónde vamos, niños con hambre;
Hacia dónde vamos, pocos ricos;
Hacia dónde vamos, millones de pobres;
Hacia dónde vamos, educación indigna;
Hacia dónde vamos, cultura decadente;
Hacia dónde vamos, paradigma del capital;
Hacia dónde vamos, lágrimas reprimidas;
Hacia dónde vamos, falsa libertad;
Hacia dónde vamos, mentiras crueles;
Hacia dónde vamos, desempleados e ignorantes;
Hacia dónde vamos, frío mortal;
Hacia dónde vamos, cambalache recargado;
Hacia dónde vamos, carajo, hacia dónde vamos cuando lo que importa es una silicona. Hacia dónde vamos, me pregunto desesperado, con un puñal en el estómago, con una esperanza crepuscular, con la cara sucia y los pies helados.
Hacia dónde vamos, consumismo extremo, derroche de tiempo y guita, ojos que no miran lo que se les cruza.
Hacia dónde vamos, Dios mío, hacia dónde vamos.
Hacia dónde mierda vamos, cuando el otro decepciona. Hacia dónde (¡díganme!) se dirige este barco devenido en balsa. Qué viene ahora, amor individual. Qué viene ahora, discriminación inhumana. Qué viene ahora, mediocridad festejada.
Hacia dónde vamos, si es que vamos. O no vamos porque odiamos, porque matamos, porque somos hielo y esto no late. Hacia dónde vamos, quiero despertar. Hacia dónde vamos, no sé, pero tengo miedo.
miércoles, 18 de febrero de 2009
El papa y Obama
A propósito del artículo “Si el Papa fuera como Obama”, publicado el domingo 15 de Febrero en La Nación, dos Polos (el Norte y el Sur) son comparados por Hans Kung. Este teólogo y sacerdote católico de origen suizo plantea una suposición más que interesante, cualquiera sea la ideología del lector.
En primer término, el Papa no podría ser como Obama porque el presidente de los Estados Unidos es un hombre que llegó al poder por medio del voto de los estadounidenses, y él fue elegido por los cardenales que participaron del cónclave en 2005. Al ser diferentes las selecciones y la procedencia de sus poderes (político y divino), las funciones, claro está, son dispares.
En segunda instancia, si el religioso se inspirara en el político, la credibilidad y el apoyo a su persona aumentaría, como sucede con Barak. El efecto contrario es producto de actitudes y posturas añejas o ilógicas frente a temas clave en la vida del Siglo XXI. Si tomamos como ejemplo el aborto, Benedicto XVI se manifiesta en contra, al tiempo que el presidente del Imperio cree que se trata de un tema a decidir en la privacidad de cada familia. Resulta imprescindible que se atienda a la forma más que al dictamen, porque allí radica otro de los contratiempos de quienes viven bajo el arte de Miguel Ángel: ignorar que las sociedades mutan permanentemente.
Por otra parte, el hombre del Vaticano no podría ser como el de la Casa Blanca por el espíritu de cada uno: el primero retoma la misa en latín y se distancia de aquellos que no comulgan y el segundo –en su discurso inaugural- se expresa a favor de la convivencia pacífica con otras religiones.
Como bien señala Kung en la nota, muchos católicos no esperan nada del Sumo Pontífice. Los últimos tiempos han traído consigo el alejamiento de muchos fieles de la Iglesia más poderosa del planeta, a lo que ahora se le suma un Obispo negando el Holocausto. Semejante hecho nos plantea interrogantes: ¿qué tipo de sujetos ocupan grandes sillones en la institución que lidera Joseph Ratzinger? ¿Quién habrá aceptado a algo semejante como Obispo? ¿Y por qué?
Otro dato para señalar con el ceño fruncido es la curiosa relación del Papa con uno de los personajes más siniestros de nuestros tiempos: George Walter Bush. Con el ex líder estadounidense se reunió el “papa ecológico” el mismo día de su cumpleaños sin exigirle con firmeza un cambio de sus políticas exteriores. En otras oportunidades, los dos poderosos hombres pasearon por los jardines vaticanos y charlaron cordialmente: así establecieron una relación amistosa. ¿Quién diría que un enviado de Dios sería compinche del propio Diablo?
Definitivamente, el Papa no podría ser como Obama porque ello requeriría de un comportamiento a la altura de Juan Pablo II en sus declaraciones contra la Guerra de Irak, por caso. Una conducta equivalente parece diametralmente opuesta a la de Ratzinger.
Siguiendo el ejemplo de Karol Wojtyla, su sucesor podría llegar a equilibrar su obra con avances, después de tantos retrocesos que efectuó. Tal vez el tiempo perdido pueda ser recuperado con un replanteo de las herramientas a la hora de abrigar a aquellos que necesitan la religión católica. El camino para lograrlo es, ciertamente, otro.
En la búsqueda de ese camino, el de la paz y unión que añoramos, la Iglesia Católica debería revisar sus entrañas, evocar el pasado. Quizá la solución a su desprestigio en el mundo se corresponda al olvido de una frase: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Pareciere que pocos se guían alumbrados por la palabra de Jesucristo.
domingo, 25 de enero de 2009
His song *
Anoche, en el estadio de Boca Juniors, Elton dio una clase magistral. Partió de sus creaciones recientes hasta llegar a los clásicos; cantó y tocó como pocos artistas en la historia. La energía que depositó en su espectáculo, era visible, provenía de su pasión, de su profundo placer. La gente supo compartirlo con él.
Dichosamente, el público sabe. Sabe que los verdaderos artistas llegan a la cima por su talento, que entorno a eso gira la cosa. Y Elton es, evidentemente, un maestro; de los pocos que nos quedan para disfrutar. Es este hombre que hemos tenido entre nosotros por algunas horas, por momentos en los que su melodiosa voz y sus bellas y ágiles melodías nos acaramelaron los oídos, pero también el alma. Cosa de artistas.
* Su canción. Alude al tema musical Your song (Tu canción), uno de los principales de E. John.
